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lunes, 18 de enero de 2016

Del jolgorio en redes sociales a la realidad del gobierno de derecha. Un ministro de Hacienda y Finanzas, minga de economía política. Metas de inflación, falacias y objetivo único. El despido de Víctor Hugo, congruente con el contexto. La Ceocracia chilena, una referencia. Política en Buenos Aires y la interna del PJ. Por Mario Wainfeld




EL PAIS › OPINION
 Por Mario Wainfeld
#SiGanaMacri habrá despidos a granel y el gobierno amenazará con echar más gente.
Ja, ja, ja. Qué disparate. #CampañaDelMiedo.
Parte del debate público era así de berreta y falaz hace poco más de dos meses. Nada había que temer ni recelar si Mauricio Macri llegaba a la presidencia.
Las redes sociales habilitan muchas variantes expresivas: el simplismo lapidario es de las más asiduas.
A despecho de consignas y chicanas veloces en el mundo virtual hay despidos, caramba. 

Algunos se retractan, forzados por las reacciones de los damnificados. Son minoría, dentro del conjunto.
Desde 1983 hubo acciones más devastadoras que la política económica ¡del primer mes! del macrismo. Pero las palabras las envolvieron o camuflaron de otro modo. 

Nadie fue tan virulento y extorsivo contra los trabajadores y los sindicatos como Alfonso Prat-Gay.

Hasta Domingo Cavallo, su antecedente más cercano, apeló a la hipocresía, ese homenaje del vicio a la virtud.
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Por algo se llama así: No todo es mentira o chantaje en el discurso macrista: alguna verdad sobrevive como un islote en un océano.

Por ejemplo, Prat-Gay no es “ministro de Economía” sino de Hacienda y Finanzas. Nada más certero. La “economía real”, la producción, el trabajo siempre han estado fuera del radar del otrora joven prodigio del glorioso JP (Morgan). 

Abundan en la historia ejemplos de ministros y de académicos capaces de conocer las enrevesadas y conflictivas “cadenas de valor”. Esas nimiedades jamás llamaron la atención del ex broker y banquero central.
Algo determinante lo diferencia de Marcelo Diamand, Axel Kicillof, Roberto Lavagna o Miguel Peirano (por citar protagonistas de distintos palos, en democrático orden alfabético),

 “Alfonso” sería incapaz de describir cómo se forma el precio de un Serenito o una lata de dulce de membrillo. Qué sectores, productivos o de servicios, se eslabonan y contienden en la elaboración del bien terminado, su ubicación geográfica, sus conflictos a lo largo del tiempo, cuáles son hegemónicos y cuáles subalternos. Ni hablar de cuál es mano de obra intensivo, cuál abona salarios pasables o de hambre, cuál evade impuestos. La economía política es un mundo ancho y ajeno para el ex apoderado de Amalia Lacroze de Fortabat.
De ahí que nadie deba sorprenderse (y muchos espantarse) si las sucesivas conferencias de prensa del ministro versan sobre las divisas o las metas de inflación.
Con mala fe, que ni siquiera convalidan sus diarios aliados ni la consultora del ministro Rogelio Frigerio, fija el tope inflacionario para 2015 en veinte o veinticinco por ciento. 

La mentira, burda, quedará probada en seis meses, como mucho. Claro que el gobierno no espera convencer sino amedrentar. La #EstrategiaDelMiedo ha llegado.
El mensaje apunta a bajar el techo de las paritarias,bajo el encantador slogan “cada cuál sabrá donde le aprieta el zapato”.
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La resonancia de lo callado: En el relato macrista, como en cualquier otro, lo silenciado es tan expresivo como lo dicho. O más. Prat-Gay jamás menciona indicadores sociales como metas o así más no fuera como referencias. Sabemos qué porcentaje de inflación falsea para 2016, cual fantasea para 2019. 

Cero alusiones acerca del índice de desempleo, del de trabajo informal, del achicamiento del PBI, del coeficiente de Gini que mide la desigualdad social. Son variables cuantificables que están fuera del menú de Cambiemos.
El gobierno empieza a reconocer que el corriente será un año flojito. En 2017, vaticina Prat-Gay, se liberarán las fuerzas de la economía y llegará el paraíso. 

Al paso que vamos, esas fuerzas deberán diseminarse para ir a buscar a domicilio a decenas de miles de personas hoy ocupadas porque estarán sin laburo. 

¿Con qué nivel de empleo “cierra” el edén del libre mercado? Son preguntas incómodas que comienzan a hacerse urgentes.
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Concentrar es cerrar: #SiGanaMacri lo despedirán a Víctor Hugo Morales.
Ja, ja. Mirá que ridiculez paranoik #CampañadelMiedo.
Y lo echaron, caramba. Los hechos, por ahí, son más rotundos que las interpretaciones. Está filmado. Le cerraron el paso, literalmente. 

Quisieron impedirle hablar. Eso es diferente a una ruptura de contrato “entre privados”: es un mensaje ecuménico. 

Si se animan a plantarle agentes de seguridad a Víctor Hugo ¿qué puede esperar un modesto comunicador de provincias?
Una empresa grande invoca incumplimientos contractuales, no detalla uno. Y jamás lo intimó a cumplir con sus deberes. Tales conductas nada tienen que ver con la libertad de empresa y mucho contra la libertad de expresión. Armonizan con la derogación ilícita de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. 

Se promueve la concentración económica, el sistema de medios hace juego con el conjunto.
Sin la medida pro monopólica dictada días anteriores el despido de Víctor Hugo podría interpretarse de cien maneras... con ella todo es más sencillo.
Hace más de treinta años que Víctor Hugo embellece al aire con su verba. Confronta no sólo política sino culturalmente. Hoy día una fracción importante de sus colegas maneja un vocabulario de cuatrocientas palabras, muchas de ellas son verbos mal conjugados.

Conductores gangosos o chillones que manejan con dificultad el castellano aborrecen a un autodidacta cultivado que levanta el nivel de quienes lo escuchan. No todo es política en la vida: el síndrome Salieri también existe. Se podrá replicar: no se lo quita del medio porque su retórica sea armoniosa y hasta bella sino por cómo piensa. Guau.
Macri dice que no le conciernen esas cuestiones y tras cartón, en confesión involuntaria, lo acusa de “fanático”.

El fanaticómetro oficial es un nuevo instrumento de medición y de exclusión. Se suma al militantómetro. Solo los kirchneristas son fanáticos o militantes. No así el historiador Luis Alberto Romero, quien en la reunión de doce intelectuales con el presidente propuso que se pusiera fin a los juicios contra los represores por el terrorismo de Estado. Ninguno de los otros invitados adhirió, ninguno consideró necesario manifestar algún disenso. 

Varios le comentaron informalmente a este cronista que la propuesta cayó mal y que no expresó al conjunto. Igual se pronunció y se parece como dos gotas de agua al editorial con que La Nación recibió a Macri.
Todo “hace sistema”, el todo es coherente con la suma de las partes.
#EstrategiaDeSilenciar
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No hay dos sin tres, cuatro...: Varios comunicadores “independientes” (sería más apropiado decir “con otra ideología”) deploraron que se silenciara una voz, tamaña voz.

En cuestión de semanas han resonado críticas al macrismo provenientes de acerbos críticos del kirchnerismo.

El penoso proceso de designación de nuevos miembros de la Corte Suprema es otro ejemplo.
La existencia de distintas posiciones confirma la vitalidad del Agora, refutando lecturas binarias de distintas procedencias.

A la luz de la experiencia, el kirchnerismo más simplista debería repasar sus esquemas blanco-negro. La miopía para percibir grises impactó malamente en la segunda vuelta de las elecciones porteñas y dificultó sumar apoyos al ex gobernador Daniel Scioli en el ballottage. En la construcción de una alternativa opositora sería letal el sectarismo, que el ditirambo alimenta.
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La grasa y el Gym: Prat-Gay mencionó a “la grasa militante” y detonó toneladas de respuestas. Sin ningún afán de ahorrarle nada tal vez sea impropio suponer que el hombre conoce vericuetos de la historia nacional como la polisemia de la palabra “grasitas”. Educado en un colegio pago, recibido en una Universidad ídem, socializado en New York y London, su formación es más primitiva que lo que podría suponerse. 

Nada le quita mala fe a lo que dijo ni peligrosidad a sus actos, hablamos de su versación. Imposible saberlo del todo pero conociéndolo personalmente es más posible que pensara en la adiposidad del estado, ese viejo sonsonete liberal. 

Y que lo mezclara con la afición frívola al gimnasio (o “gym”, quién sabe) propia de una elite inculta, arrogante, cerrada, dispendiosa y hedonista.
Una imperdible nota del catedrático chileno Alberto Mayol publicada en la edición del miércoles de Página/12 compara la ya pasada experiencia chilena con “su Macri”, el ex presidente Sebastián Piñera.

“¿CEOcracia? Déjà-vu Macri”

Mayol reseña cómo una caterva de CEOs llevó a Chile a una debacle y a su derecha política a una dura derrota electoral al terminar su mandato. 

“Hoy Chile vive una crisis de la élite que no se hubiera precipitado con el dinamismo acontecido si la ritualidad política hubiese intentado, al menos, maquillar sus vínculos con el dinero. La política moderna no ha sido capazconsistentemente de domesticar la economía y ha operado con hipocresía (“debemos separar el poder político del dinero” decían, mientras hacían lo contrario).

La política propuesta por Macri (y ya aplicada por Piñera) es el paso de la hipocresía al cinismo (“el poder político y el económico es lo mismo, y qué” se nos dice, transformando nuestra corrosiva sospecha en violenta certeza). 

Es un paso del vicio al horror y del horror a la complacencia. (...) La ausencia de profundidad desgasta ese capital que para los políticos actuales es incomprensible: la legitimidad. La compra del político por el empresario convertida en divertimento público y prostitución productivista del rentismo de un empresario ávido de caminos cortos, es un espectáculo que se desgasta con facilidad”.
La hipótesis de Mayol es razonable: 

gobiernos de esta prosapia son insustentables en democracia. 

Volvamos a la Argentina:

la perspectiva de una acelerada pérdida de legitimidad de ejercicio se consolida en el día a día. De ahí a creer que ya se ha concretado, media un abismo. 

En el ínterin, en el largo plazo constitucional de cuatro años, la depredación pinta para ser tremenda.
Como en la era del ex presidente Carlos Menem, la frivolidad del elenco gubernamental va de la mano con la claridad de sus objetivos.
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La escalada: El discurso de Prat-Gay ecualiza con el obrar cotidiano del gobierno. Ninguna medida social interrumpe la seguidilla de decisiones que vuelcan la balanza a favor de los sectores concentrados dominantes.

Solo la continuidad del Programa de Recuperación Productiva (Repro) altera el cuadro monocolor. Es una medida creada en 2002 y potenciada durante los gobiernos kirchneristas. Contracíclica, usada para evitar despidos. Habrá que ver su alcance actual. Todo modo, cero inventiva macrista pro trabajadores en el orden social y laboral. Se desbaratan derechos, se acallan voces, se reprime de modo llamativo para un gobierno validado por la mayoría.
Las palabras pueden confundir o dispersar. Es creciente la necesidad popular de oponerse o resistir o frenar. La correlación de fuerzas es adversa en parte por la gravitación de un estado poderoso que cambió de manos. En parte por carencias o contradicciones de los gobiernos anteriores. 

El porvenir inmediato dará la talla de dirigentes sindicales y políticos de variados pinés y trayectorias.
Al cierre de esta nota 

Se conoce la detención de la luchadora social Milagro Sala. La represión de la protesta pega un salto cualitativo, preocupante. 

El tiempo y el espacio impiden más desarrollo en esta columna. 

Digamos, a cuenta, que el hecho divide aguas, exacerba violencias. Devela el rostro brutal del macrismo, sin ambages ni sutilezas y dejando atrás los discursos republicanos y los globos.


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