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lunes, 8 de agosto de 2016

Una incertidumbre llamada Cambiemos

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Entrevistados por Contexto, los politólogos de la Universidad de Bueno Aires Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk analizaron algunas de las principales incógnitas actuales de la política nacional. ¿Cómo ganar una elección luego de un ajuste desmedido?


 
Por José Welschinger Lascano

Si bien ya se sabe que en el futuro de la economía, al menos por lo que resta del año, no cabe esperar mejorías, es en el devenir de la política nacional donde se encuentran las mayores incertidumbres. De cara a las elecciones legislativas de 2017, en las que el pueblo definirá la valoración que hizo del primer período de la gestión de Cambiemos, los principales interrogantes son: ¿seguirá siendo la demonización del kirchnerismo la principal estrategia del Gobierno nacional para dirigirse a la ciudadanía?, ¿ensayará el macrismo, en el poco tiempo que le queda antes de esas elecciones, alguna manera de estabilizar la transferencia de recursos que implementó durante los primeros meses del año?
Los politólogos por la Universidad de Buenos Aires Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk analizaron para Contexto estas cuestiones, interrogándose también acerca de cuál será la actitud del peronismo en el futuro cercano.
“Todos estos temas le dan aire al Gobierno”, comenzó Tereschuk, refiriéndose específicamente a los ataques personales realizados por el Gobierno contra ciertas figuras asociadas al modelo kirchnerista. “Sobre todo, espacio y tiempo para moverse. Pero tengo mis dudas de que sólo con esto, y sin otros resultados para mostrar, le alcance para tener un buen desempeño en las legislativas del año próximo”.
Según explicó el politólogo, en cada elección el electorado paga por un tipo de agenda política, por una nueva escala de prioridades. En este sentido, si el electorado de este Gobierno le pagó a Macri para cambiar al partido que estaba en el Gobierno, derrotando al Frente para la Victoria, entonces eso ya estaría facturado, y Cambiemos debería establecer nuevos planteos o propuestas (que todavía no hizo) para las próximas elecciones legislativas.
“Claro que también toda esa agenda le ayuda al Gobierno en una de las principales tareas que tiene, que es hacer lo posible por mantener tan dividido como se pueda al peronismo, especialmente en la provincia de Buenos Aires”.
Para Fraschini, la estrategia del asedio personal contra la ex presidenta y su hija cumple la función de desviar el eje de la discusión hacia temas lejanos a la actualidad económica. “El ataque judicial y mediático que viene sufriendo el kirhcnerismo es inentendible si no tomamos en cuenta el plan de ajuste que se viene realizando en el país desde el inicio de la gestión de Cambiemos”, sostuvo.
Sin embargo, agregó, la táctica de ensuciar al antecesor tampoco es una idea original de Cambiemos: “Quiero marcar esto, porque me parece que logra explicar la ofensiva del Gobierno en ambos terrenos; una estrategia que podríamos definir como de manual, que suelen encarar los Gobiernos en el poder frente a sus antecesores”.
Para Fraschini, esa estrategia siempre es necesaria, ya que implica hablar de la herencia recibida, sea esta económica, social o relativa a casos de corrupción. Principalmente, las ventajas de anclar el discurso en la herencia serían siempre funcionales para llevar a cabo medidas socialmente antipáticas, intolerables si no existiera esa herencia maldita.
Sin embargo, ambos politólogos coincidieron en que la mera demonización del adversario político tiene patas cortas. “Esta táctica del macrismo tiene fecha de vencimiento”, aseguró Mariano Fraschini: “Porque no se gobierna echándole siempre la culpa al Gobierno anterior. Si la estrategia del Gobierno es esta, no le auguro éxito en la arena electoral para 2017”.
Según explicó el especialista, todos los Gobiernos deben presentar un activo político propio al llegar a las primeras elecciones de medio término, un eje que oficie de bandera para lo que les resta de mandato. Por definición, sostuvo, ese activo nunca puede ser “El otro es malo, yo soy mejor”, sino que necesariamente debe tener materialidad.
Hasta ahora, sostuvo el politólogo, esa materialidad (entendida como acción de gobierno) brilla por su ausencia. Para concluir este tema, Tereschuk se expresó en la misma línea, resumiendo las fortalezas y las limitaciones de la campaña demonizadora: “No es menor el efecto político que logra, pero si cuenta sólo con eso para sostener su gestión, el Gobierno debería preocuparse”.
Para Tereschuk, lo que la historia argentina enseña es que, en la actualidad, el examen de las primeras elecciones de un Gobierno suele medirse por el éxito o fracaso de su modelo económico, tal como sucedió con Ricardo Alfonsín, Carlos Menem o Néstor Kirchner (en 1985, 1991 y 2005 respectivamente). En aquellas elecciones, el tema económico (arranque exitoso del Plan Austral, arranque exitoso de la Convertibilidad, y despegue económico del kirchnerismo) fue fundamental para el espaldarazo legislativo que los tres presidentes lograron en esos momentos.

Cómo gobernar desde la exclusión

Otra cuestión importante para abordar, especialmente cuando los grandes medios deciden evitarla, consiste en el nivel de estabilidad con el que cuenta el actual Gobierno. Por sentido común, el ajuste que sobreviene de la implementación de un paquete de medidas neoliberales tiende a acrecentar el descontento social. En el caso de algunos países donde el ajuste también hace crecer los niveles de pobreza e indigencia, ese descontento suele convertirse en conflicto social; un elemento que aporta inestabilidad e ingobernabilidad a las sociedades.
Tras la implementación súbita de un plan económico neoliberal, pero además con un agravado aumento de la inflación y del déficit fiscal, Cambiemos bien podría sentir que su éxito está en peligro. Sin embargo, y aunque quizás resulte incomprensible, existe la posibilidad de sostener un Gobierno a pesar de la exclusión, siempre y cuando las fuerzas políticas de la oposición se mantengan subordinadas.
“Este modelo puede funcionar”, sostuvo Nicolás Tereschuk, al respecto de este análisis: “Política y económicamente. Por un lado, la clave no está tanto en pensar a este Gobierno sólo como neoliberal en un sentido de achicamiento del Estado y del gasto público, al estilo que Guillermo O’Donnell pensaba el gobierno de facto de la Revolución Argentina”. Para el especialista de la UBA, no se trata de una idea antimercado ni de una economía basada en el “dejar hacer” (laissez faire, laissez passer), sino que incluso el Estado podría crecer en las actividades que realizara, pero siempre y cuando lo hiciera en función de los intereses de las grandes empresas, siendo este último el objetivo principal.
Según señaló el politólogo, el plan de Cambiemos implica darles más certidumbres políticas a esos sectores empresariales, quitándoselas a los sectores que están ubicados más abajo en la escala social. “Puede haber crecimiento, pero sin redistribución ni impulso al consumo, y hay que tener en cuenta que las épocas de deterioro social pueden no ser justamente las de mayores niveles de movilización”.
Como ejemplo, el especialista citó que durante el menemismo el desempleo creció mucho, con niveles de movilización que no eran tan altos. “El Gobierno macrista cuenta con muchos recursos de poder, gobierna los dos distritos con más recursos del país, ciudad y provincia de Buenos Aires, y gobierna sobre el Estado nacional. Cuenta por ahora con un fuerte respaldo de los medios y la Justicia, y de distintos sectores de las grandes empresas”.
“Coincido con Nicolás totalmente”, aseguró Mariano Fraschini respecto del incierto futuro de la estabilidad política del Gobierno, y complementó: “Yo le agregaría un elemento que es distintivo desde 1983, y es que ningún Gobierno, desde esa fecha hasta esta experiencia, implementó y/o cambió un modelo económico sin una crisis que lo antecediera. Me refiero específicamente a dos momentos en la historia: la crisis de 1989, que dio lugar a las reformas neoliberales de Menem; y la de 2001, que llevó a Néstor Kirchner a girar hacia un modelo estatal-popular”.
Fraschini destacó esta particularidad de la coyuntura macrista, el hecho inédito de intentar modificar un modelo económico-social sin una crisis originante que valide o justifique ese intento. “Es más, esta crisis paradójicamente la está creando el propio Gobierno, que quiere llevar adelante esta transformación; y esto sí que es una novedad desde el retorno de la democracia”.

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