La “realidad deseada” de la oposición
25–06–2012 / Como si fuera un predestinado Lech Walesa criollo,Magnetto y los antikirchneristas se cuelgan de las gomas del camionero para cumplir la profecía del caos generalizado. Por qué el paro de Hugo Moyano es político.
Por Roberto Caballero
Desde el triunfo de Cristina Kirchner en octubre último, la oposición mediática y política trató de instalar por lo menos dos ejes destinados a relativizar la contundencia del éxito oficialista en las urnas.
El primero (“la farsa”) es el señalamiento del famoso “relato”, donde el kirchnerismopolíticamente hablando es reducido a un proverbial ensamble gramatical, sin arraigo alguno en hechos concretos que no sean el manejo de “la caja” y elabastecimiento de un universo intangible de predicadores, a través de ella.
El segundo (“la locura”) es percutir en el inconsciente colectivo con la profecía de una catástrofe inminente derivada de una administración irracional de los asuntos públicos, sintetizado en el tan meneado estilo “confrontativo”, “intransigente” e “irritante” del gobierno.
La batería de titulares, encuestas pagas y definiciones que apuntalan ambos ejes proponen la asunción generalizada de una realidad caótica,flamígera e ingobernable, realidad que el último test electoral desconoció hace apenas ocho meses.
Es cierto: la insistencia que ponen en dibujar un escenario de hecatombe esinversamente proporcional a la distancia que los separa de asumirse como mayoría electoral con alguna chance de disputarle hegemonía en serio al kirchnerismo, al menos por ahora.
Pero esta suerte de legítimo blindaje del que goza el oficialismo surgido del voto popular alimenta la tentación opositora de meter goles con la mano, producto de la desesperación que los envuelve.
El Grupo Clarín, por caso, tiene hasta el 7 de diciembre para adecuarse a la Ley de Medios y el candidato poskirchnerista no aparece con la nitidez que el establishment anti-K necesita.
En este paisaje de urgencias, no debería llamar la atención el redescubrimiento que Clarín y sus voceros hacen de la figura de Hugo Moyano, ahora que es opositor y se lanza a la Plaza de Mayo.
En la “realidad deseada” por la escudería que lidera Héctor Magnetto –que recibió hace dos meses como baldazo de agua fría la notificación de que el Grupo Techint lo acompaña hasta la puerta de la necrópolis pero allí se planta–, que el camionero se haya apartado del kirchnerismo es unaexcelente noticia que compensa la deserción del ítalo-argentino Paolo Rocca de su cruzada por atravesar indemne el ciclo K.
Si alguna vez Hermenegildo Sábat dibujó a un Moyano de manos ensangrentadas con el crimen de Beroiz, lo que despertó la ira del sindicalista, hoy es elevado a la categoría de un indispensable Lech Walesa criollo que puede derribar “la dictadura K”, y se le descubren virtudes de las que carecía cuando decía, con más razón y coherencia, “Clarín miente”.
Moyano hizo lo suyo, hay que decirlo: no todo es obra de Magnetto. Laserie de conferencias en distintas universidades que le organizó el sector más pensante de su dispositivo –con mucha audacia y sentido, sobre todo, de lo que le faltaba a su líder– prendió en sectores de capas medias. Fue su primer paso en la arena política, no sindical.
El reclamo por Ganancias, aunque revestido de interés gremial, apunta en idéntico sentido. Cosecha tácito apoyo en un sector de esa franja sociocultural que integran asalariados y sectores medios de la sociedad que definen su humor por los precios del súper o el acceso al dólar.
Es un núcleo importante al que los discursos superestructurales y hasta épicos –a los que el kirchnerismo es particularmente afecto– le importan poco o nada, permeable a su vez a los relatos histéricos de “farsa” y “locura” de los medios hegemónicos.
Daría la impresión que Moyano, tanto en el paro de la semana pasada como en su posterior levantamiento, tuvo muy en cuenta no enemistarse con ese sector al que quiere seducir.
Está claro que la motivación no era la paritaria esgrimida y que la sospecha de que actuó en coordinación con la patronal transportista tiene mucho asidero: cuando Julio De Vido denunció a los dueños de los camiones, una negociación que parecía empantanada se resolvió mágicamente, en cuestión de horas.
Lo que en realidad quería Moyano era anunciar el paro y la movilización a Plaza de Mayo –que venía armando en las sombras, al menos, desde principios de junio–, por la pantalla de TN, junto a Marcelo Bonelli, ante una audiencia especialmente sensibilizada y atenta al desmadre.
No es que Moyano haya descubierto de la noche a la mañana el poder de las 270 licencias del Grupo Clarín: las alquiló para su objetivo, con la anuencia del dueño.
Moyano usa a Clarín y Clarín usa a Moyano. A Magnetto le sirve la amenaza de caos general que promete un Moyano opositor, y a Moyano, la supremacía en la agenda de los medios concentrados.
Hay varios proyectos anti-K que buscan sincronía, sin ser exactamente lo mismo: Scioli se abraza con Moyano en La Ñata para sumar a un aliado sindical peronista de peso para su candidatura en 2015, Magnetto se abraza a Moyano pensando que el caos sindical lleva agua para el molino de los candidatos dialoguistas y balsámicos como Scioli, que no ponen en riesgo a sus empresas porque son espadas de la restauración conservadora, y Moyano se abraza a todos porque cree que en unescenario poskirchnerista tiene un lugar en la política grande.
De allí para abajo, hay un rosario de antikirchneristas que se cuelgan de las gomas del camionero: la CTA de Pablo Michelli, la CGT de Luis Barrionuevo, los partidos de izquierda hartos de ser minoría y la derecha y el centro-derecha a pleno, sobre todo, peronista.
Todos buscan pescar, como en 2009, en las aguas barrosas de un antikirchnerismo que suponen se irá ensanchando al compás de los efectos de la crisis mundial de la economía.
La estrategia es la misma que hace tres años: satanizar al oficialismo(otra vez, a caballo de la instalación de la “farsa” y la “locura”), caotizartodo lo que se pueda la vida cotidiana y ofrecer salidas antipolíticas maquilladas de “racionalidad”, ante un eventual kichnerismo desbordado por las responsabilidades de gestión.
El oficialismo debería estar atento a este escenario. Durante una ola parecida, Francisco de Narváez, alias “Alica, alicate”, le ganó una elección legislativa nada menos que a Néstor Kirchner.
Es cierto, después logró revertirla, apelando a la mejor agenda de derechos sociales, económicos y políticos que tuvo un gobierno desde la recuperación de la democracia.
Lo antedicho pone al paro y la movilización de Moyano en un contexto que es netamente político, y no sindical.
Queda por averiguar si el camionero refunda una suerte de Partido Laborista de cara al 2013, al mejor estilo ubaldinista en los ’90,compitiendo por bancas propias en el Congreso desde la absoluta autonomía y por fuera del PJ, con riesgo de licuarse en una especie de clasismo increíble; o, en el marco de una primaria, lanza el “MP” (moyanismo puro) para medirse de igual a igual con otros candidatos peronistas anti-K, y eventualmente convertirse en columna vertebral del triunfador, a la espera de que un escenario de vuelta de campana –que existe en la imaginación de cierto grupo que lo entorna– lo deje posicionado a la presidencial de 2015.
Como se ve, lo que pase el miércoles, ocurra o no, ya es anécdota.
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