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jueves, 20 de marzo de 2014

el miedo líquido -¨" MASSA TE MIRA" - " Con la política del miedo, Massa -al igual que lo hicieron Blumberg y De Narváez-, encarna el proyecto de control social, hegemonía corporativa y consumo de productos “contra el miedo” que intentan imponer los sectores del poder fáctico en el 2015."

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Sergio Massa y el miedo líquido

afiche_sergio_massaCon la política del miedo, Massa -al igual que lo hicieron Blumberg y De Narváez-, encarna el proyecto de control social, hegemonía corporativa y consumo de productos “contra el miedo” que intentan imponer los sectores del poder fáctico en el 2015.
Por Marcelo De Angelis
El discurso público que nutre nuestro sentido común está poblado de falsedades. Abundan verdades a medias, pseudo verdades, opiniones e infinidad de suposiciones y  sofismas sobre los que se edifican los castillos de aire que conforman nuestra realidad virtual. Las experiencias, propias o ajenas, sólo sirven para confirmarla o, de lo contrario, son inmediatamente expulsadas.
La “inseguridad” es una de esas falsedades. Nadie en el entramado político-mediático quiere profundizar en ese concepto. Su simple enunciado hace que todos se encolumnen como soldados detrás de esa verdad revelada, y quien se atreva a cuestionarla merece el peor de los castigos.
En algún momento, alguien se animó a sugerir que la “inseguridad” podía ser una “sensación”, pero la maquinaria discursiva trituró sin piedad toda posibilidad de debate al respecto. ¿Para qué cuestionar algo que es perfectamente útil a quienes manejan la opinión pública y alimentan el mercado del miedo en función de sus intereses?
La “sensación de inseguridad” no es un invento kirchnerista. En su libro “Miedo liquido” (2007), el sociólogo Zygmunt Bauman se refiere a ella, cuando habla del “miedo derivativo”, y lo define como “el sentimiento de ser susceptible al peligro: una sensación de inseguridad (el mundo está lleno de peligros que pueden caer sobre nosotros y materializarse en cualquier momento sin apenas mediar aviso) y de vulnerabilidad (si el peligro nos agrede, habrá pocas o nulas posibilidades de escapar a él o de hacerle frente con una defensa eficaz)”.
En las sociedades contemporáneas más desarrolladas, el mundo político y el mediático están conectados por gran cantidad de vasos comunicantes, a tal punto que se ha creado un sistema político-mediático que se retroalimenta compartiendo tácticas y objetivos estratégicos de manera simbiótica. Los límites entre ambos son difusos, y ese entramado crea y recrea las verdades que nutren el sentido común de la opinión pública. Son los medios haciendo política y los aparatos políticos haciendo marketing y telecomunicación.
El kirchnerismo ha intentado desgarrar ese entramado y romper con ese funcionamiento. El intento le ha valido la excomunión por parte de las grandes corporaciones de medios, mientras que las fuerzas de oposición, temerosas de pasar al exilio mediático, optaron por una vergonzosa subordinación. El episodio del debate por el nuevo Código Penal es la evidencia de que tanto las viejas estructuras partidarias como las nuevas organizaciones políticas se reconocen incapaces de sobrevivir en un escenario desmediatizado.
Sergio Massa es uno de los que mejor comprende lo que espera de él ese sistema político-mediático. Apostó desde temprano al marketing político, a las cámaras (de televisión y de monitoreo) y a enlazar su discurso con la lógica y los intereses del sistema. Sabe que es su momento, que es la última gran apuesta del establishment opositor para derrotar al kirchnerismo en el 2015 y ha salido a jugar fuerte en ese terreno. Es tiempo de jugar con el miedo.
Según la definición de Bauman, “miedo” es el nombre que damos a nuestra incertidumbre, a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer  para detenerla o para combatirla, si es que pararla está más allá de nuestro alcance.
Y agrega: “La economía de consumo depende de la producción de consumidores, y los consumidores que hay que producir para el consumo de productos “contra el miedo” tienen que estar atemorizados y asustados.”
La “inseguridad”, que había sido abandonada por las usinas mediáticas dejando su lugar a temas como el dólar, la inflación y la devaluación, reapareció con llamativa intensidad luego de las declaraciones de Massa oponiéndose a la reforma del Código Penal. En pocos días, numerosos casos de robos y homicidios ocuparon los espacios mayoritarios en los principales diarios, noticieros y radios, provocando la inmediata subordinación de diversos dirigentes y funcionarios al discurso impuesto por el sistema político-mediático.
La batería de críticas alrededor de la reforma del Código Penal es el resultado de una disputa por la propiedad del sentido de la inseguridad. El sistema político-mediático no está dispuesto a perder ese activo simbólico. La definición de inseguridad les pertenece y no van a ponerla en cuestión con ningún jurista, ni van a permitir que “los corran con ninguna teoría del Derecho”, como reclamó el candidato Massa.
“La gente le da la espalda a este mamarracho”, exclama el líder del Frente Renovador refiriéndose al producto de dos años de debate entre un cuerpo de reconocidos juristas y comisionados de todos los partidos con representación parlamentaria. Y lo hace sin siquiera haberlo leído. Ni él ni “la gente”. Después de todo, ¿para qué leerlo, si la fórmula para combatir la inseguridad ya está determinada por el establishment político-mediático?
“Tiene que haber una cámara en cada esquina”, es el aporte de Massa, ya posicionado definitivamente como el candidato del miedo. La tarea de los medios es mantener a los consumidores atemorizados y asustados, para orientarlos hacia el consumo de su “producto contra el miedo”, el propio Sergio Massa.
Bastaron unas pocas declaraciones mediáticas del tigrense para que las demás fuerzas de oposición aceptaran inmediatamente el mandato del establishment. Los máximos referentes de los principales partidos fueron los encargados de desautorizar a sus enviados a la comisión que trabajó durante dos años en el anteproyecto de reforma. Mauricio Macri (PRO) y Ernesto Sanz (UCR) ya rechazaron cualquier posibilidad de discutirla en el Congreso.
Un debate político no demasiado exhaustivo hubiera sido suficiente para hacer caer las incoherencias y mentiras de Massa al respecto, pero los pretendientes opositores tienen tal grado de subordinación al entramado político-mediático que son incapaces de cuestionar sus mandatos. Y es en este punto en que radica la gravedad de la situación. El sistema de partidos ha sucumbido. Su incapacidad de confrontar intereses con este nuevo sistema es una seria limitación para el desarrollo de la democracia.
Zygmunt Bauman clasifica a los peligros que se temen en tres tipos: los que amenazan al cuerpo y a las propiedades de la persona, los que amenazan la duración y fiabilidad del orden social del que depende la seguridad del medio de vida como la renta y el empleo, y los que amenazan la posición de las personas en la jerarquía social, su identidad y su inmunidad a la degradación y exclusión sociales.
Y agrega que “el Estado, habiendo fundado su razón de ser y su pretensión de obediencia ciudadana en la promesa de proteger a sus súbditos frente a las amenazas a la existencia, pero incapaz de seguir cumpliendo su promesa (sobre todo, la de defenderlos frente a los peligros del segundo y el tercer tipo) se ve obligado a desplazar el énfasis de la `protección´ desde los peligros para la seguridad social hacia los peligros para la seguridad personal.
En sus diez años de gobierno, el kirchnerismo puso el énfasis político y comunicacional, y los recursos, en la defensa frente a los peligros del segundo y tercer tipo. Las fuerzas opositoras se preparan para inclinar la balanza y dirigir los recursos hacia donde reclama el sistema político-mediático.
Para ello, como dice Bauman, es necesario que las personas hayan interiorizado la visión del mundo en la que se incluyen la inseguridad y la vulnerabilidad, y recurran de forma rutinaria a respuestas propias de un encuentro cara a cara con el peligro, incluso en ausencia de una amenaza auténtica. Así, remarca, el “miedo derivativo” adquiere capacidad autopropulsora. Las personas reclamarán por los “productos del miedo” que el establishment ha promocionado como la solución a la inseguridad.
Con la política del miedo, Massa -al igual que lo hicieron Blumberg y De Narváez-, encarna el proyecto de control social, hegemonía corporativa y consumo de productos “contra el miedo” que intentan imponer los sectores del poder fáctico en el 2015.
Updated: marzo 17 2014 — 16:57

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