09–06–2014 / Estamos ante un debate dentro de las filas del gobierno, único sector de la sociedad con capacidad de plantear un proyecto de desarrollo, de capital importancia para la distribución armónica del esfuerzo.
Y tiene esa capacidad porque la enorme mayoría de las gobernaciones coinciden con su proyecto de desarrollo y equidad y sus gobernantes son del mismo origen.
Lo que se debate en realidad es si realmente somos una nación federal como lo declara la constitución, o por el contrario como un resabio de usos y costumbres nefastos, somos una asociación de estados, que delegan en el gobierno central determinadas funciones.
Esto se refiere a dilucidar la misma cuestión que fuera allá por el siglo IXX, la causa de la ruptura entre Buenos Aires y las provincias del interior profundo.
La materia de la ruptura, de la que usufructuaron solamente los porteños en desmedro de sus compatriotas fueron en aquellos tiempos, las rentas de la aduana.
Hoy se plantea una situación que remite a una discusión similar. ¿De quien son las rentas del petróleo?
En aquellos tiempos del siglo IXX, Buenos Aires dispuso sin consulta y con la prepotencia de su poder, que las rentas eran de la región donde estaba asentado el puerto.
Eso condenó a las demás provincias a una dependencia económica que culmino en una desigual capacidad de desarrollo, incluyendo con ello la desaparición de su incipiente artesanía, que no dejo semilla para una modesta producción industrial, que pudo ser, con dirigentes con otras dimensiones.
Lo demás es sabido, hubieron los desencuentros desgarradores provenientes de visiones distintas que concluyo en una guerra fraticida, un desmembramiento del territorio y la consagración de una matriz productiva agroexportadora, que solo favoreció a la clase dirigente portuaria.
De ese desequilibrio, nunca pudo recuperarse culturalmente la Nación.
Siglo y medio mas tarde, en circunstancias diferentes pero con componentes similares otro debate debe dilucidar el mismo interrogante:
¿Somos una Nación que marchamos juntos, con un proyecto común, o somos una asociación con débiles y fuertes según le toque en el reparto donde estén situados los recursos naturales, con proyectos sectoriales?
Esto sirve para debatir sobre las excedentes que produce rentísticamente tanto la superficie con el máximo valor de la Pampa Húmeda, como los cursos de agua para producir energía, como el subsuelo con las potencialidades de la minería y el petróleo.
¿Esos recursos deben ser usufructuados por las regiones o deben distribuirse equitativamente entre todos los habitantes del país?
¿Esos recursos deben ser manejados por las provincias exclusivamente o deben ser compartidos con el Estado nacional?
De esto se tratará seguramente las conversaciones entre la Presidenta y los Gobernadores que oportunamente deberán encarar, conjuntamente con la reforma a la coparticipación, materias que deben incorporarse a la reforma constitucional que nos debemos, con la aprobación unánime de todas las regiones.
TIBURON
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