PANORAMA POLÍTICO
El impacto de las candidaturas en la protesta de los "autoconvocados". El rol de Macri y la estrategia del FPV.
Las imágenes penosas del "Cacerolacito" que apenas y a penas se realizó en algunos rincones de la Ciudad de Buenos Aires son un buen termómetro político para tratar de interpretar qué ocurre en un sector importante de la sociedad que no se identifica con el gobierno pero, también, es un mensaje que deben analizar tanto el oficialismo y la oposición con sus respectivos candidatos.
Los testimonios, las opiniones, las actitudes, los carteles, las pancartas de quienes decidieron convocarse igual pese a la cancelación del "espontáneo" mitin demostraron que el mundo de los cacerolazos y sus fantasmagorías tiene muy poco que ofrecer a una sociedad que está buscando otra cosa.
En ese sentido, las imágenes de una colaboración de Elisa Carrió profanando los símbolos de lucha histórica de las Madres de Plaza de Mayo alrededor de la pirámide, o los dibujos prolijamente producidos con una supuesta Cristina colgada de un lazo colorado demostraron por qué, incluso gran parte de la ciudadanía que no comparte las ideas del gobierno se sintió espantada por el extremismo ideológico de los convocantes.
(Digresión: En esa pancarta donde se ve una mujer colgada hay un doblez para analizar. El dibujo no era del todo claro. Se podía intuir que era la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pero podría haber sido cualquier otra mujer. Incluso la apariencia del dibujo, por el cabello, el contorno, permitía pensar que se trataba de una mujer joven. El único símbolo que la identificaba, supuestamente, era una cartera costosa de marca. Sostenida por una mujer la imagen era inquietante: la falta de identificación clara convertía a ese mensaje en un ataque a cualquier mujer y los más patético era que la definición la hacía no la política o la ideología sino un artículo de lujo, es decir la estética. La muerte es la expresión máxima de la antipolítica. Pero la estupidez también).
Los testimonios, las opiniones, las actitudes, los carteles, las pancartas de quienes decidieron convocarse igual pese a la cancelación del "espontáneo" mitin demostraron que el mundo de los cacerolazos y sus fantasmagorías tiene muy poco que ofrecer a una sociedad que está buscando otra cosa.
En ese sentido, las imágenes de una colaboración de Elisa Carrió profanando los símbolos de lucha histórica de las Madres de Plaza de Mayo alrededor de la pirámide, o los dibujos prolijamente producidos con una supuesta Cristina colgada de un lazo colorado demostraron por qué, incluso gran parte de la ciudadanía que no comparte las ideas del gobierno se sintió espantada por el extremismo ideológico de los convocantes.
(Digresión: En esa pancarta donde se ve una mujer colgada hay un doblez para analizar. El dibujo no era del todo claro. Se podía intuir que era la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pero podría haber sido cualquier otra mujer. Incluso la apariencia del dibujo, por el cabello, el contorno, permitía pensar que se trataba de una mujer joven. El único símbolo que la identificaba, supuestamente, era una cartera costosa de marca. Sostenida por una mujer la imagen era inquietante: la falta de identificación clara convertía a ese mensaje en un ataque a cualquier mujer y los más patético era que la definición la hacía no la política o la ideología sino un artículo de lujo, es decir la estética. La muerte es la expresión máxima de la antipolítica. Pero la estupidez también).
Del Cacerolacito se desprenden varios mensajes políticos:
1) La democracia es el mejor instrumento para frenar cualquier intento destituyente. Pese a los chillidos "aramburescos" que emite Elisa Carrió cuando afirma que no hay que ponerse ansiosos porque eso lleva al golpe de Estado (o al bombardeo de civiles en Plaza de Mayo), el horizonte de las elecciones, la promesa de recambio por vías institucionales, calma los nervios a un gran sector de la oposición que visualiza la posibilidad de obtener un triunfo por esa vía. En ese sentido, el mejor aporte que le hizo el macrismo al sistema institucional es ofrecerse como una candidatura de centro-derecha posicional e ideológica competitiva. Esto demuestra dos cosas: que hay un grado de legitimación alto del sistema democrático de elección de elites políticas y que la derecha pura y dura, todavía, prefiere el proceso electoral como método de llegada.
1) La democracia es el mejor instrumento para frenar cualquier intento destituyente. Pese a los chillidos "aramburescos" que emite Elisa Carrió cuando afirma que no hay que ponerse ansiosos porque eso lleva al golpe de Estado (o al bombardeo de civiles en Plaza de Mayo), el horizonte de las elecciones, la promesa de recambio por vías institucionales, calma los nervios a un gran sector de la oposición que visualiza la posibilidad de obtener un triunfo por esa vía. En ese sentido, el mejor aporte que le hizo el macrismo al sistema institucional es ofrecerse como una candidatura de centro-derecha posicional e ideológica competitiva. Esto demuestra dos cosas: que hay un grado de legitimación alto del sistema democrático de elección de elites políticas y que la derecha pura y dura, todavía, prefiere el proceso electoral como método de llegada.
2) Que gran parte de la oposición no tiene una concepción rabiosa de la política. Que puede repudiar al gobierno nacional, que puede no tener ninguna simpatía por el funcionariado kirchnerista, que no comparte sus ideas, es más, tenerle tirria, pero que no está dispuesto a prestarse a payasadas e intentonas destempladas. No es una mala noticia. Porque esto incluso se traduce en mensajes políticos. Los jugadores extremos y destemplados como la extrema derecha, la izquierda irreductible y la envidia personalísima de alguna que otra dirigente terminan representando a minorías molestas y gritonas pero que no mueven el amperímetro político real. Macri debería tomar nota de estas cuestiones y fijarse bien si le conviene tejer alianzas con este tipo de dirigentes.
3) Una mayoría dentro de la sociedad –decibeles que van desde opositores moderados, indecisos y oficialistas moderados– no quiere cambios bruscos del modelo. No quiere enfrentamientos, ni conflictos demasiado severos. Prefieren una continuidad con cambios, con menos asperezas, con menos kirchnerismo –entendido aquí como confrontación con los factores de poder económicos– y más administración de lo establecido. Es en este sentido que los destemplados pierden. O ven peligrar sus candidaturas. Los apurones nerviosos de Sergio Massa lo terminan confinando a un posible candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires y dejándole el campo libre a un Macri que repite la cantinela de la concordia y la tolerancia como caballitos de batalla, valga la contradicción metafórica.
3) Una mayoría dentro de la sociedad –decibeles que van desde opositores moderados, indecisos y oficialistas moderados– no quiere cambios bruscos del modelo. No quiere enfrentamientos, ni conflictos demasiado severos. Prefieren una continuidad con cambios, con menos asperezas, con menos kirchnerismo –entendido aquí como confrontación con los factores de poder económicos– y más administración de lo establecido. Es en este sentido que los destemplados pierden. O ven peligrar sus candidaturas. Los apurones nerviosos de Sergio Massa lo terminan confinando a un posible candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires y dejándole el campo libre a un Macri que repite la cantinela de la concordia y la tolerancia como caballitos de batalla, valga la contradicción metafórica.
4) Las dos estrategias, en mi opinión, más inteligentes de los candidatos del Frente de la Victoria son las siguientes: la de Daniel Scioli, que va constantemente desde los márgenes del Kirchnerismo hacia el interior para conquistar el voto que le desconfía o, lo que todavía no ha emergido con claridad, al menos, la de un candidato del riñón K, indubitablemente K, que realice una convocatoria amplia a sectores diferenciados del propio espacio y rompa cierta lógica de encierro y microclima. Esa, contrariamente a lo que mucha gente cree, es la fórmula que encontraron tanto Néstor como Cristina Kirchner.
5) Lo curioso es que pese a esta lógica centrípeta, de que quien se acerca al centro gana, el mapa político está planteado en un esquema de oposición-oficialismo irreductible que en parte es engañoso y que no representa los deseos de una mayoría que transita entre dos orillas como un río manso a veces, tumultuoso como de montaña, otras. Claro que, y allí se encuentra la trampa, ese río, aunque nunca sea el mismo, es un río que tiende a la quietud, al conservadurismo, a la moderación de los cambios, es un río laborioso, aburrido, rutinario, cotidiano.
Si el Kirchnerismo se envalentona con el fracaso del Cacerolacito, se equivoca. Si la oposición no lee el magro resultado del mismo, pierde mucho más. Pareciera ser que se aproximan tiempos aristotélicos, donde obtiene el premio mayor quien interprete el justo medio. Pero, obviamente, con el Kirchnerismo nunca se sabe. Cierto jacobinismo que anida en su espíritu, tiende a cortar nudos gordianos con la espada alejandrina. Y el resultado suele ser casi siempre sorprendente y efectivo. Después de todo, ya lo dijo Alejandro Magno, "tanto da cortar como desatar el nudo".
Tiempo argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario