ENLACE A LA NOTA:
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Carlos Caco FernandezGENTE DE A PIE
Entre el olor a guano proveniente de corrales y pesebres, y el aroma a perfume francés emanado por la refinada tropa humana ubicada en las gradas y en al palco, se resumió la maloliente ideología expresada ayer por el Pte. De la Sociedad Rural:
“Los gobiernos pasan pero la tierra permanece.” Exclamó el heredero de Roca y Martinez de Hoz, como riéndosele en la cara a varios presidenciables que lo acompañaban en el principal festejo de la oligarquía.
Lo obvio y previsible del mensaje del circunstancial jefe de la “gauchocracia” no amengua su influencia regresiva.
En un discurso gaseosamente patronal y cínico, la pobreza fue nuevamente ultrajada por los ricos.
No deberían osar quienes la generan y tratan de hacerla crecer aun cuando cada tanto algún gobierno democrático les sale al cruce.
Y la corrupción.
También la corrupción fue intensificada allí, precisamente por los más corruptos.
Vociferan la corrupción como penitentes falsamente despojados de ilimitada codicia y angurrientas evasiones.
Ya no hay más bailes de máscaras en la política argentina.
Porque a esta altura el que lleva máscara delata su afán de ocultamiento, y aún sin sacársela descubre su identidad.
Y ya no hay periodistas neutrales, porque cuanto más posen de neutrales más se transparentan oscuros.
La cosa es frontal. Y aunque este acto de los multimillonarios estancieros sucedió en democracia, fue como si hubiera sucedido en dictadura.
Como si el uniforme sin carne de Juan Carlos Onganía se paseara en un carruaje monárquico, vivado por ese espíritu oligárquico que añora a Urquiza, a Roca, a Aramburu, a Rafael Videla…
Pobres Martín Fierro, el Sargento Cruz, Atahualpa Yupanqui; pobres los campesinos sin silos bolsa ni Cardón, sin siquiera trabajo registrado; pobre incluso el Himno Nacional y Aurora, que tienen que resistir escenarios que los traicionan a cada rato.
“Los gobiernos pasan, la tierra queda”, dijo Luis Miguel Etchevehere.
Y ellos creen que son la tierra.
Ellos son los que han tenido el poder durante casi toda nuestra historia. Los dueños de las tierras se identifican con su propiedad privada, y es así en todo.
Las luchas populares de estos doscientos años se libraron contra los intereses que representa la Rural.
¿Qué luchas libró la Sociedad Rural Argentina? Todas.
Todas para sí. Contra el pueblo.
Por eso el discurso de Etchevehere lo consagra también para eso: es el que tiene la estancia más larga y el que representa el sujeto histórico antipolítico por excelencia, porque además de soja, lo único que florece a su alrededor es servilismo y entrega.
¿Cómo llegamos entonces a esta escena, en la que prominentes políticos se arrastran a los pies de la corporación agraria y sumisamente receptaron los más groseros insultos a la política?
Qué hacían ahí dirigentes políticos del arco opositor, escuchando decir que los pobres son la basura que generan los políticos para rejuntar votos.
¿Es que, impotentes y desesperados, han decidido aliarse a quienes embrionaron a los financistas de la Campaña del Desierto?
Según parece, el país del que habla la Sociedad Rural no tiene pasado: lo fundaron ellos, cuando Roca les entregó las tierras arrebatadas a los indios, de los que ni hace falta acordarse puesto que, tal como lo confirmó Luis Etchevehere, la simiente de ese país fue un pacto entre militares y ricos con la colaboración de un par de viles intrigantes.
Porque fue el Roca militar el primer político que aceptaron. Y están acostumbrados a que los militares les hagan esa clase de favores y que los políticos sean venales y jueguen para ellos en un territorio inmenso del cual se sienten dueños.
Si la política tiene sentido para millones de argentinos, es precisamente para que la Sociedad Rural y sus amanuenses tengan menos poder.
Ellos rechazan la política y descreen de la democracia porque no quieren ser un sector de la sociedad que pugne con los otros, como sucede en cualquier democracia.
Quieren ser sólo ellos los dueños del poder con todo lo que eso significa.
Lo que en definitiva ha sido casi siempre, salvo durante los gobiernos populares que procuran tutelar lo mejor para todos.
No saben o no quieren ser una parte, quieren ser todo. Y todo para ellos, por supuesto.
Como cuando vivaron a Onganía y a Videla o cuando eran amigos de Menem. Y por eso es la bronca.
Porque mal que mal hoy tenemos un gobierno popular que si bien les quita muy poco se niega a darles todo.
Por eso aquello de que los gobiernos pasan y la tierra queda.
Y así, desde 2003, no quieren bajarse del caballo del dueño y persisten en la gran pelea, una pelea que por ahora, y a falta de mayores contundencias, es Luis Etchevehere quien la comanda porque tiene el carácter, la gula y el impudor que suelen enamorar a la derecha golpista.
“Los gobiernos pasan pero la tierra permanece.” Exclamó el heredero de Roca y Martinez de Hoz, como riéndosele en la cara a varios presidenciables que lo acompañaban en el principal festejo de la oligarquía.
Lo obvio y previsible del mensaje del circunstancial jefe de la “gauchocracia” no amengua su influencia regresiva.
En un discurso gaseosamente patronal y cínico, la pobreza fue nuevamente ultrajada por los ricos.
No deberían osar quienes la generan y tratan de hacerla crecer aun cuando cada tanto algún gobierno democrático les sale al cruce.
Y la corrupción.
También la corrupción fue intensificada allí, precisamente por los más corruptos.
Vociferan la corrupción como penitentes falsamente despojados de ilimitada codicia y angurrientas evasiones.
Ya no hay más bailes de máscaras en la política argentina.
Porque a esta altura el que lleva máscara delata su afán de ocultamiento, y aún sin sacársela descubre su identidad.
Y ya no hay periodistas neutrales, porque cuanto más posen de neutrales más se transparentan oscuros.
La cosa es frontal. Y aunque este acto de los multimillonarios estancieros sucedió en democracia, fue como si hubiera sucedido en dictadura.
Como si el uniforme sin carne de Juan Carlos Onganía se paseara en un carruaje monárquico, vivado por ese espíritu oligárquico que añora a Urquiza, a Roca, a Aramburu, a Rafael Videla…
Pobres Martín Fierro, el Sargento Cruz, Atahualpa Yupanqui; pobres los campesinos sin silos bolsa ni Cardón, sin siquiera trabajo registrado; pobre incluso el Himno Nacional y Aurora, que tienen que resistir escenarios que los traicionan a cada rato.
“Los gobiernos pasan, la tierra queda”, dijo Luis Miguel Etchevehere.
Y ellos creen que son la tierra.
Ellos son los que han tenido el poder durante casi toda nuestra historia. Los dueños de las tierras se identifican con su propiedad privada, y es así en todo.
Las luchas populares de estos doscientos años se libraron contra los intereses que representa la Rural.
¿Qué luchas libró la Sociedad Rural Argentina? Todas.
Todas para sí. Contra el pueblo.
Por eso el discurso de Etchevehere lo consagra también para eso: es el que tiene la estancia más larga y el que representa el sujeto histórico antipolítico por excelencia, porque además de soja, lo único que florece a su alrededor es servilismo y entrega.
¿Cómo llegamos entonces a esta escena, en la que prominentes políticos se arrastran a los pies de la corporación agraria y sumisamente receptaron los más groseros insultos a la política?
Qué hacían ahí dirigentes políticos del arco opositor, escuchando decir que los pobres son la basura que generan los políticos para rejuntar votos.
¿Es que, impotentes y desesperados, han decidido aliarse a quienes embrionaron a los financistas de la Campaña del Desierto?
Según parece, el país del que habla la Sociedad Rural no tiene pasado: lo fundaron ellos, cuando Roca les entregó las tierras arrebatadas a los indios, de los que ni hace falta acordarse puesto que, tal como lo confirmó Luis Etchevehere, la simiente de ese país fue un pacto entre militares y ricos con la colaboración de un par de viles intrigantes.
Porque fue el Roca militar el primer político que aceptaron. Y están acostumbrados a que los militares les hagan esa clase de favores y que los políticos sean venales y jueguen para ellos en un territorio inmenso del cual se sienten dueños.
Si la política tiene sentido para millones de argentinos, es precisamente para que la Sociedad Rural y sus amanuenses tengan menos poder.
Ellos rechazan la política y descreen de la democracia porque no quieren ser un sector de la sociedad que pugne con los otros, como sucede en cualquier democracia.
Quieren ser sólo ellos los dueños del poder con todo lo que eso significa.
Lo que en definitiva ha sido casi siempre, salvo durante los gobiernos populares que procuran tutelar lo mejor para todos.
No saben o no quieren ser una parte, quieren ser todo. Y todo para ellos, por supuesto.
Como cuando vivaron a Onganía y a Videla o cuando eran amigos de Menem. Y por eso es la bronca.
Porque mal que mal hoy tenemos un gobierno popular que si bien les quita muy poco se niega a darles todo.
Por eso aquello de que los gobiernos pasan y la tierra queda.
Y así, desde 2003, no quieren bajarse del caballo del dueño y persisten en la gran pelea, una pelea que por ahora, y a falta de mayores contundencias, es Luis Etchevehere quien la comanda porque tiene el carácter, la gula y el impudor que suelen enamorar a la derecha golpista.
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