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“¿Cómo que me fui?... ¡Si yo siempre estoy volviendo!”, la frase de Pichuco Troilo es repetida por los hijos pródigos del peronismo que, luego de probar suerte en la disidencia duhaldista, se disponen a volver silbando bajito a la casita kirchnerista.
Por suerte para ellos, existió ese ensayo general denominado Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, que funcionó, tal como decía la oposición, como una encuesta. Sólo que con los números al revés de como pensaban.
Y si bien el cielo kirchnerista no se pone más alegre por cada uno de ellos que se arrepiente antes que por noventa y nueve justos que perseveran en la fe, lo cierto es que se los recibe sin mayores preguntas. A fin de cuentas, creyeron -sin quizás desear- que el “ciclo llegaba a su fin” y que comenzaría uno nuevo, más por descarte que otra cosa, liderado por esa “novedad” en la política argentina llamada Eduardo Duhalde. En rigor de verdad, es cierto que para muchos vecinos de Recoleta, Palermo Chico y aledaños hay un nuevo Duhalde, no “tan” peronista (¿?), no “tan” conurbano (¿?), un Duhalde casi de ONG, diríamos, ese Duhalde “Estadista” (que no fue). O, quizás, habrá sido que la derecha argentina puede votar a cualquiera cuando tiene miedo. Y han preferido así a un peronista con prontuario, antes que a “esa Montonera” y su cría, los de “La Cámpora”. Los demás, los que lo conocen han comenzado el regreso al redil kirchnerista antes que su retorno cotice demasiado poco, porque -en palabras atribuidas al sempiterno operador peronista, el “Chueco” Mazzón- saben muy bien que peor que la traición es el llano. Y un llano árido que por lo menos durará cuatro largos años. Conversaciones, negociaciones, reencuentros están entonces -y naturalmente- a la orden del día, viviéndose con mayor frecuencia e intensidad en los planos provinciales y locales. De este modo, el reflujo se vuelve expresivo en las reuniones que los funcionarios del gobierno de la provincia de Buenos Aires vienen teniendo con Felipe Solá, quien, manteniéndose a prudente distancia mediática, mueve sus fichas para entronizar como ministro de Asuntos Agrarios bonaerense al polirrubrista Raúl Rivara, que ocupara esa cartera -entre otras- durante su gobernación. Por supuesto que este reacercamiento hubiera sido imposible sin la política de des-enlace de la “mesa de enlace” del C.A.M.P.O. que ha llevado a cabo Julián Domínguez desde la cartera nacional del área. El golpe de gracia a ese encuentro, disparatado entre chacareros y terratenientes -fraguado en los errores kirchneristas-, parece ser la pronta sanción de la ley que regula la tenencia extranjera de tierras, bandera de la Federación Agraria, que siempre fue resistida por la Sociedad Rural. El protagonismo del titular de la Federación, Eduardo Buzzi, ha despertado una vez más los celos de ese personaje agromediático que es Alfredo De Angelis, quien ansía sucederlo en la presidencia de esa institución el año que viene, cuando se cumpla el centenario de la revuelta chacarera santafesina, conocida como el grito de Alcorta, por la Asamblea de la Sociedad Italiana de Alcorta que tuvo lugar en 1912 (aunque De Angelis parece hoy más bien admirador de Figueroa Alcorta, el presidente del Centenario, que clausuró el Congreso). También hay conversaciones muy amigables entre la Casa Rosada y el (muy pronto ex) gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y hasta están los que sospechan de una entente cordiale entre el Gobierno nacional y el de la Benemérita Ciudad de Buenos Aires que, como decía el casete de Misión Imposible -antes de que se destruyera en cinco segundos-, será negado por ambas partes interesadas. El macrismo, sin candidato presidencial, y con Mauricio Macri instalado en los medios como la Gran Esperanza Blanca para el 2015 (sí, no se equivoca, primero viene el 2012, luego el 13, después el 14, y ahí recién el 2015), se esperanza con que Macri -Jorge- le gane al Japonés García en Vicente López; con que el actual ministro de Hacienda de la Ciudad, Néstor Grindetti, triunfe en Lanús, y con que la lista de diputados porteños, encabezada por Federico Pinedo, haga un digno papel en la urnas venideras. Hasta se habla de negociaciones con los hermanos puntanos Rodríguez Saá (el Adolfo y el Alberto), pero nadie que haya sido mosquito y haya atestiguado algún encuentro ha salido a decir siquiera esta boca es mía. La flexibilidad (característica fisiológica esencial de esa ameba política gigante denominada peronismo) también se ha contagiado a algunos candidatos provinciales y locales del radicalismo que, sin romper formalmente con Ricardo Alfonsín, están solicitando que se corte la boleta, ya que una cosa son las elecciones presidenciales y otra las de gobernador. En Mendoza, hace unos días, el muy radical Víctor “Viti” Fayad consiguió ser reelegido por tercera vez como intendente de Mendoza, con un discurso crítico hacia Alfonsín, y recibiendo una avalancha de votos. Por estas horas, el favorito en las encuestas, el ex gobernador Roberto Iglesias, difunde un jingle pegadizo en el que insta a “cortar boleta” a su favor. Es que Cristina Fernández supera allí largamente los 40 puntos en las encuestas, y eso preocupa a Iglesias por el “efecto concurrencia” -como llamamos ampulosamente los politólogos al arrastre de la boleta, en este caso, presidencial- que podría terminar favoreciendo a un candidato kirchnerista que en las encuestas no anda muy bien que digamos. Es impensable una deserción de la fórmula presidencial radical, por los miles de candidatos que quedarían huérfanos en una “lista corta”. Pero eso no quita que cada uno busque la forma más elegante (o no) de maximizar sus chances electorales. Eso pasa hoy por el corte de boleta. El que sí tiene chances es Ramón Mestre, hijo de quien fuera gobernador de Córdoba y ministro del Interior de la Alianza. Mestre se postula como intendente de la Ciudad de Córdoba. Él no necesitará repartir tijeras u otros utensilios cortantes, ya que esas elecciones se efectuarán adelantadas a las de octubre, más precisamente el 18 de este mes. Los que sí están agrandados -y con razón-, y se entusiasman con colar muchos diputados en octubre, son los socialistas. Viven un momento de euforia y hacen bien. De vencer agónicamente en Santa Fe y obtener su candidato Hermes Binner el cuarto lugar en las Primarias, las encuestas lo catapultan al segundo lugar en octubre, por la simple razón de haber sido la sorpresa y porque, entre todos los demás candidatos presidenciales, es el que menos voto negativo tiene. Difícilmente eso le alcance para constituirse en la principal fuerza de oposición al kirchnerismo en el próximo gobierno, lo que le serviría para posicionarse con alguna expectativa para el 2015. Pero es un piso desde donde pelearla, impensable años atrás. Mientras tanto, el oficialismo ha tratado de redondear su figura y de evitar mostrar cualquier arista que pudiera causar algún drenaje de votos. Por supuesto, el ministro Randazzo no se privó de criticar las tapas de Clarín y La Nación que, con titulares catástrofe, trataron de inducir a pensar que las PASO fueron fraudulentas, cuando los errores estuvieron en el promedio histórico, pese a tratarse de una elección complicada, especialmente en los distritos del conurbano bonaerense. Desencanto similar habrá sufrido el establishment mediático, al tener que dar cuenta de los elogios que el empresariado local prodigó al Gobierno cuando ellos, sus declamados voceros, se la pasan anunciando Apocalipsis que, afortunadamente, no ha tenido lugar (y que sí asolan en sus envidiados e idealizados parajes, hoy más lejanos que nunca). Publicado en el último número de la revista Debate. |
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