El proceso de enseñanza y aprendizaje con nuevas tecnologías es realmente muy insignificante en Chile. La mala noticia es que sin estos elementos será muy difícil mejorar de manera sustantiva la calidad de la educación en nuestro país. Lo más complejo es que los responsables académicos y gubernamentales del tema, parecen no entenderlo.
Particular importancia tiene el cómo estudiamos y aprendemos. Y es en este aspecto donde son determinantes los contenidos, los formatos de estudio y aprendizaje, las modalidades de evaluación y, en general, todos aquellos aspectos que determinan la formación de los jóvenes. Esto resulta especialmente crítico en la educación superior.
La educación a distancia es un formato alternativo, distinto e interesante. Se hace cargo realmente de un cambio sustantivo en materia educacional: el rol del profesor. Reafirma la idea de que el líder y guía del proceso educativo es el maestro, pero no desde la visión tradicional del profesor que tiene todas las respuestas, sino del conductor eficaz y eficiente de un proceso de formación colaborativo, en el que los estudiantes aprenden también de sus pares, y donde la discusión y conducción es un elemento central del proceso lectivo.
La burocracia actual obnubilada por el internet como artefacto, no logra imaginar cómo se resuelve la gestión digital del conocimiento y cómo es y será la educación en la sociedad democrática del Siglo XXI.
En Chile, varias Universidades públicas y privadas, Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica ofrecen carreras, programas y cursos varios on line. Sin embargo, solo un pequeñísimo porcentaje de la matrícula de la educación superior estudia vía e-learning, y aún no existe una adecuada y especializada acreditación de ella, elemento clave para fortalecer su papel y darle mayor preponderancia dentro del sistema.
El aprendizaje en red, en un sistema colaborativo, es sin duda una de las más importantes ventajas de la educación on line. Proyectando este fenómeno al mundo laboral, empresarial y académico, resulta lógico anticipar los enormes impactos positivos que tendrá al incorporarse masivamente en esos ámbitos.
El llamado e-learning constituye una alternativa democrática desde varias perspectivas. Incorpora en igualdad de condiciones a aquellas personas con alguna discapacidad física, elimina las barreras de distancias para quienes viven en lugares aislados o de difícil acceso y permite combinar efectivamente el trabajo con el estudio, ya que es posible realizarlo en los horarios disponibles con alto nivel de libertad. En ciudades cada vez más atormentadas con un tráfico imposible, entrega la oportunidad de ganar horas para el trabajo, la familia o el ocio. La educación a distancia es una alternativa válida, pero requiere sin duda también el esfuerzo de las personas: responsabilidad, perseverancia, constancia y un grado de madurez, como un requisito ineludible para culminar exitosamente cualquier proceso de enseñanza, ya sea presencial, como On-line.
Todos los estudios disponibles demuestran que e-learning es una alternativa eficaz también si se la concibe como un complemento a la educación formal. Esto podría ser aún más importante, si se considera los resultados actuales de la prueba Inicia, en la que la evaluación de los egresados de Pedagogía de instituciones de educación superior deja nuevamente a nuestra docencia en mal pie. La enseñanza online ayudaría a mejorar sustantivamente las falencias que tales pruebas evidencian.
¿Quién toma el toro por las astas? A mi juicio un formato de enseñanza-aprendizaje de este tipo debería introducirse con mucha fuerza y determinación en la enseñanza de nuestros niños, lo cual resulta imposible si no hay un organismo regulador que lo impulse. Y ese no puede ser otro que el Ministerio de Educación.
El sistema e-learning permitiría, entre otras cosas, contar con elementos, contenidos e instrumentos que en formato presencial no es posible obtener con los actuales medios con que contamos. Optimizar el uso de los recursos es parte sustantiva de su éxito.
Lo que le falta al país es una visión estratégica en el tema de la educación, particularmente con el uso intensivo de las nuevas tecnologías.
El fetichismo de los libros que absorbe al Mineduc,  que sólo busca soluciones de mercado de y para los establecimientos educacionales, basadas en el consumidor presencial. Al ministerio le falta una verdadera política tecnológica nacional que permita generar y certificar los sistemas de apoyo y control on line, entre otros muchos aspectos. La burocracia actual obnubilada por el internet como artefacto, no logra imaginar cómo se resuelve la gestión digital del conocimiento y cómo es y será la educación en la sociedad democrática del Siglo XXI.
Una cosa es segura. Seguirá siendo con maestros, pero muy distintos a los de ayer. De ahí que parte del desafío es, precisamente, imaginar los instrumentos y perfil del educador del siglo XXI, y dar paso a las formas en que se incorporará la tecnología al proceso lectivo.
(Escrito por DANIEL FARCAS, Administrador público. Phd en Educación y experto en e-learning)
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