Extorsiones al pie del arbolito
22–13–2013 / Los planteos de algunos gobernadores, policías, camioneros y empresas de electricidad.
Podría, también, si quisiera, someter a la justicia a los amotinados, ahora que lo peor de la crisis ya pasó. Pero Colombi eligió otro camino. ¿Cuál? El más obvio: pedirle la escupidera financiera al Estado Nacional.
Porque anunció que si la Casa Rosada no le da la plata para financiar su quebranto emitirá un bono, un papelucho, una cuasimoneda propia, como hizo su provincia en plena debacle neoliberal:
Hasta la AFSCA tuvo que salir a pedir que los noticieros aclaren cuál es una imagen de archivo y cuál no. Se intenta asemejar una crisis con la otra.
Saqueos en masa por hambre famélico con acciones coordinadas de pillaje y descontrol azuzadas por la policía sublevada. Con sus palabras, el bueno de Colombi apuntala la creación de sentido.
Está bien, no va a hablar de su propia impericia al mando de las finanzas provinciales. No va a reconocer que cedió al chantaje de su fuerza de seguridad. Mejor echarle la culpa al gobierno nacional.
Y mucho mejor, amenazándolo con emitir un bono propio que haga retroceder al país a los tiempos en los que la moneda federal única era una rareza. ¿Finalizó la paritaria policial y comienza la de los gobernadores? ¿Vamos de una extorsión a la otra? Así parece.
A la policía y los gobernadores, se les suman las empresas eléctricas que prestan –o no prestan– el servicio en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Edenor y Edesur, las que hacen filantropía.
Es un caso inédito, que desmiente el lugar común capitalista que asocia la figura empresaria al lucro. También se puede ser empresario y decidir que el mejor negocio es perder plata. Los balances de las dos eléctricas hace años que dan rojo trapal.
Sin embargo, Edenor y Edesur no se van, no quieren irse. Están firmes junto al pueblo, salvo los días en los que la temperatura sube por encima de los 32 grados. Ahí lo que se va es el suministro de luz. Se produjeron uno, dos, tres y hasta seis días de corte.
¿Falta producción de energía? No, sobra. ¿Falla el transporte? No, llega hasta las mismísimas puertas de la gran urbe. ¿Qué es lo no anda, entonces? La distribución final, eso de lo que deben encargarse Edesur y Edenor.
Se incendian los cables, estallan las cámaras subterráneas, sale humo de todos lados, porque la demanda es monstruosa y el tendido es obsoleto, y aquello que calienta mucho durante mucho tiempo suele prenderse, literalmente, fuego. Es una ley física.
La pregunta es por qué los filántropos de las compañías eléctricas no logran resolver el problema, que se repite todos los diciembres con las mismas situaciones, los mismos protagonistas y las mismas víctimas.
La respuesta es una, porque son parte de él: nunca hicieron las inversiones correspondientes. ¿Qué dicen ellos?
Que las harían, que con todo gusto, claro, siempre y cuando el gobierno les autorice un aumento general de tarifas que empuje su tasa de ganancia a las nubes. “Invierto, pero si me dejás saquear a los usuarios”, sería la promesa.
¿O la extorsión? Total, Edenor y Edesur saben que los vecinos que están en la barricada en llamas del barrio de Flores o Isidro Casanova jamás le conocerán la cara a Marcelo Mindlin (dueño de Pampa Holding), ni a los responsables de la italiana ENEL (empresa estatal italiana que participa de Edesur).
La bronca de los afectados, en cambio, es con el gobierno y se mide en inacabables y ardorosas evocaciones a las madres de todos los funcionarios.
Cuando Jorge Capitanich dijo que si hace falta, por ausencia de gestión de los concesionarios, el Estado se hará cargo del servicio, las acciones de Edenor cayeron casi 16 puntos.
No se sabe a cuánto treparon las del gobierno, en simultáneo. Pero si van a insultarlo por lo que no hacen los privados según contrato, mejor sería tomar el control estatal del servicio y garantizar una inversión que vaya directamente a resolver el problema.
Como vemos, las policías, algunos gobernadores, las concesionarias eléctricas, todos abusan del apriete extorsivo para obtener lo que desean.
La policía quería un aumento, los gobernadores más fondos, las empresas un aumento de tarifas y los camioneros de Pablo Moyano un regalito navideño de $ 2500.
Si no se les daba algo a los primeros, estallan los saqueos. Si los segundos no reciben lo que quieren, amenazan con una cuasimoneda.
Si no se les da tarifa a los filántropos de Edenor y Edesur, te cortan la luz. Y si Moyano no ve en su arbolito el bono de fin de año famoso, amenaza con parar y desabastecer el país.
En la mayoría de los casos, todo se resume a una discusión por plata. En verdad, es más que eso: es el triunfo de una cultura donde el otro ocupa el lugar de una simple cosa.
Lo más llamativo es que ni siquiera la Iglesia pudo sustraerse a esta lógica. En su caso, no hay un interés material. O, en todo caso, es más espiritual que otra cosa.
Sus voceros, que la semana anterior salieron a repudiar a las policías sediciosas, siete días después siguieron reprobando la acción uniformada pero comenzaron a ser muy extremadamente comprensivos con las situaciones que justificarían el alzamiento: la inflación y el fracaso de la política de inclusión.
Todo esto teñido de su medio tono habitual con invocaciones a la paz y el diálogo, pero rodeándose de dirigentes opositores que hace rato no hacen otra cosa que agrandar, ensanchar y profundizar “la grieta” que tanto preocupa al Grupo Clarín.
Tal vez sea una percepción equivocada, puede serlo, está aclarado: hace 2000 años que para estas fechas se conmemora el nacimiento de Jesús, se trata de una celebración, la Navidad, que es esperanza, gozo, alegría, vida, porque el hijo del Padre vino, se supone, a salvarnos entregando su propia vida; vino a dar, no a extorsionar.
Sin embargo, desde Jorge Oesterheld a Monseñor Jorge Lozano, el primero en los programas de TV por cable y el segundo como anfitrión de la foto opositora de esta semana hablando el tema del narco, no parecieron cooperar con ese espíritu de generosidad, de armonía, en encuentro con el otro, que proponen la fecha y sus rituales.
Hablaron como políticos, se sentaron a la mesa de la discusión pública como si lo fueran y coincidieron con las editoriales de La Nación en sus pronósticos y pensamientos sofocados.
La sotana no debería otorgar privilegios de este tipo. Que el Vaticano pretenda influencia en la escena local es legítimo. Ahora, que sus funcionarios se sumen a la estrategia del tirar del mantel, los vuelve más soldados de las peleas de los hombres que de las batallas de Dios que interpreta con lucidez Francisco, el Papa.
Este diciembre no tiene mucho que ver con el de 2001. Desde entonces, el país entró en un ciclo de crecimiento que benefició a todos sus sectores.
También a la Iglesia Católica, cuya único traspié de envergadura en su lobby tradicional fue la sanción del matrimonio igualitario.
En lo demás, fue receptora de reconocimiento concreto, además del espiritual: casualmente, fue el propio Oesterheld, vocero del Episcopado Argentino, quien recibió las autorizaciones para 16 radios de la Asociación Civil Radio María y 10 radios correspondientes a los obispados de Río Gallegos, San Nicolás, San Justo, Añatuya, Villa María, San Francisco, Cruz del Eje, Dean Funes, San Rafael y Catamarca.
De las más de 1000 licencias que la AFSCA entregó en estos cuatro años, los pueblos originarios se beneficiaron con 34 licencias de FM, la Iglesia Católica con 25 FM y una AM, los institutos educativos con 168 FM y las universidades con seis.
No parece una mala cosecha para el país institucionalmente deteriorado que ven, ni poca valoración de parte del gobierno al que le prodigan más peros que otra cosa.
En fin.
Al pie del arbolito de Navidad solía haber regalos. Los hay, en la mayoría, junto al pesebre. En otros, lo que hay son extorsiones envueltas de justos y airados reclamos.
En Lucas (3:14), un grupo de soldados le pregunta a Jesús “y nosotros, ¿qué haremos?” Reciben una sola respuesta: “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentáos con vuestro salario.” Ellos lo siguieron.
¿Se imaginan lo que le harían ahora?
Sí, lo volverían a crucificar.
22–13–2013 / Los planteos de algunos gobernadores, policías, camioneros y empresas de electricidad.
Por Roberto Caballero
“El príncipe falto de entendimiento multiplica la extorsión: mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días”, Libro de los Proverbios (28:16)
El gobernador de Corrientes, Ricardo Colombi, otorgó un básico inicial de $ 8000 a su policía que ahora no puede pagar. Podría alegar en su favor que ese incremento salarial surgió del apriete y la extorsión uniformada en medio de una paritaria armada antidemocrática.Podría, también, si quisiera, someter a la justicia a los amotinados, ahora que lo peor de la crisis ya pasó. Pero Colombi eligió otro camino. ¿Cuál? El más obvio: pedirle la escupidera financiera al Estado Nacional.
Porque anunció que si la Casa Rosada no le da la plata para financiar su quebranto emitirá un bono, un papelucho, una cuasimoneda propia, como hizo su provincia en plena debacle neoliberal:
“Lo tenemos planificado, tenemos analizada la cuestión (…) La administración correntina ya no puede hacer ajustes salariales: no hay recursos, no hay dinero y si la Nación no entiende esto, los bonos no están muy lejos, y no sólo en Corrientes van a ser necesarios (…) A este ritmo, las provincias argentinas estamos a un paso de volver al año 2000 y 2001.”La sensación térmica de 2001 con la que Colombi caldea el debate se parece bastante a lo que promueven otros sectores antikirchneristas de cara a este fin de año estival. Las alusiones no son antojadizas: le ofrecen un helicóptero al oficialismo todas las semanas.
Hasta la AFSCA tuvo que salir a pedir que los noticieros aclaren cuál es una imagen de archivo y cuál no. Se intenta asemejar una crisis con la otra.
Saqueos en masa por hambre famélico con acciones coordinadas de pillaje y descontrol azuzadas por la policía sublevada. Con sus palabras, el bueno de Colombi apuntala la creación de sentido.
Está bien, no va a hablar de su propia impericia al mando de las finanzas provinciales. No va a reconocer que cedió al chantaje de su fuerza de seguridad. Mejor echarle la culpa al gobierno nacional.
Y mucho mejor, amenazándolo con emitir un bono propio que haga retroceder al país a los tiempos en los que la moneda federal única era una rareza. ¿Finalizó la paritaria policial y comienza la de los gobernadores? ¿Vamos de una extorsión a la otra? Así parece.
A la policía y los gobernadores, se les suman las empresas eléctricas que prestan –o no prestan– el servicio en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Edenor y Edesur, las que hacen filantropía.
Es un caso inédito, que desmiente el lugar común capitalista que asocia la figura empresaria al lucro. También se puede ser empresario y decidir que el mejor negocio es perder plata. Los balances de las dos eléctricas hace años que dan rojo trapal.
Sin embargo, Edenor y Edesur no se van, no quieren irse. Están firmes junto al pueblo, salvo los días en los que la temperatura sube por encima de los 32 grados. Ahí lo que se va es el suministro de luz. Se produjeron uno, dos, tres y hasta seis días de corte.
¿Falta producción de energía? No, sobra. ¿Falla el transporte? No, llega hasta las mismísimas puertas de la gran urbe. ¿Qué es lo no anda, entonces? La distribución final, eso de lo que deben encargarse Edesur y Edenor.
Se incendian los cables, estallan las cámaras subterráneas, sale humo de todos lados, porque la demanda es monstruosa y el tendido es obsoleto, y aquello que calienta mucho durante mucho tiempo suele prenderse, literalmente, fuego. Es una ley física.
La pregunta es por qué los filántropos de las compañías eléctricas no logran resolver el problema, que se repite todos los diciembres con las mismas situaciones, los mismos protagonistas y las mismas víctimas.
La respuesta es una, porque son parte de él: nunca hicieron las inversiones correspondientes. ¿Qué dicen ellos?
Que las harían, que con todo gusto, claro, siempre y cuando el gobierno les autorice un aumento general de tarifas que empuje su tasa de ganancia a las nubes. “Invierto, pero si me dejás saquear a los usuarios”, sería la promesa.
¿O la extorsión? Total, Edenor y Edesur saben que los vecinos que están en la barricada en llamas del barrio de Flores o Isidro Casanova jamás le conocerán la cara a Marcelo Mindlin (dueño de Pampa Holding), ni a los responsables de la italiana ENEL (empresa estatal italiana que participa de Edesur).
La bronca de los afectados, en cambio, es con el gobierno y se mide en inacabables y ardorosas evocaciones a las madres de todos los funcionarios.
Cuando Jorge Capitanich dijo que si hace falta, por ausencia de gestión de los concesionarios, el Estado se hará cargo del servicio, las acciones de Edenor cayeron casi 16 puntos.
No se sabe a cuánto treparon las del gobierno, en simultáneo. Pero si van a insultarlo por lo que no hacen los privados según contrato, mejor sería tomar el control estatal del servicio y garantizar una inversión que vaya directamente a resolver el problema.
Como vemos, las policías, algunos gobernadores, las concesionarias eléctricas, todos abusan del apriete extorsivo para obtener lo que desean.
La policía quería un aumento, los gobernadores más fondos, las empresas un aumento de tarifas y los camioneros de Pablo Moyano un regalito navideño de $ 2500.
Si no se les daba algo a los primeros, estallan los saqueos. Si los segundos no reciben lo que quieren, amenazan con una cuasimoneda.
Si no se les da tarifa a los filántropos de Edenor y Edesur, te cortan la luz. Y si Moyano no ve en su arbolito el bono de fin de año famoso, amenaza con parar y desabastecer el país.
En la mayoría de los casos, todo se resume a una discusión por plata. En verdad, es más que eso: es el triunfo de una cultura donde el otro ocupa el lugar de una simple cosa.
Lo más llamativo es que ni siquiera la Iglesia pudo sustraerse a esta lógica. En su caso, no hay un interés material. O, en todo caso, es más espiritual que otra cosa.
Sus voceros, que la semana anterior salieron a repudiar a las policías sediciosas, siete días después siguieron reprobando la acción uniformada pero comenzaron a ser muy extremadamente comprensivos con las situaciones que justificarían el alzamiento: la inflación y el fracaso de la política de inclusión.
Todo esto teñido de su medio tono habitual con invocaciones a la paz y el diálogo, pero rodeándose de dirigentes opositores que hace rato no hacen otra cosa que agrandar, ensanchar y profundizar “la grieta” que tanto preocupa al Grupo Clarín.
Tal vez sea una percepción equivocada, puede serlo, está aclarado: hace 2000 años que para estas fechas se conmemora el nacimiento de Jesús, se trata de una celebración, la Navidad, que es esperanza, gozo, alegría, vida, porque el hijo del Padre vino, se supone, a salvarnos entregando su propia vida; vino a dar, no a extorsionar.
Sin embargo, desde Jorge Oesterheld a Monseñor Jorge Lozano, el primero en los programas de TV por cable y el segundo como anfitrión de la foto opositora de esta semana hablando el tema del narco, no parecieron cooperar con ese espíritu de generosidad, de armonía, en encuentro con el otro, que proponen la fecha y sus rituales.
Hablaron como políticos, se sentaron a la mesa de la discusión pública como si lo fueran y coincidieron con las editoriales de La Nación en sus pronósticos y pensamientos sofocados.
La sotana no debería otorgar privilegios de este tipo. Que el Vaticano pretenda influencia en la escena local es legítimo. Ahora, que sus funcionarios se sumen a la estrategia del tirar del mantel, los vuelve más soldados de las peleas de los hombres que de las batallas de Dios que interpreta con lucidez Francisco, el Papa.
Este diciembre no tiene mucho que ver con el de 2001. Desde entonces, el país entró en un ciclo de crecimiento que benefició a todos sus sectores.
También a la Iglesia Católica, cuya único traspié de envergadura en su lobby tradicional fue la sanción del matrimonio igualitario.
En lo demás, fue receptora de reconocimiento concreto, además del espiritual: casualmente, fue el propio Oesterheld, vocero del Episcopado Argentino, quien recibió las autorizaciones para 16 radios de la Asociación Civil Radio María y 10 radios correspondientes a los obispados de Río Gallegos, San Nicolás, San Justo, Añatuya, Villa María, San Francisco, Cruz del Eje, Dean Funes, San Rafael y Catamarca.
De las más de 1000 licencias que la AFSCA entregó en estos cuatro años, los pueblos originarios se beneficiaron con 34 licencias de FM, la Iglesia Católica con 25 FM y una AM, los institutos educativos con 168 FM y las universidades con seis.
No parece una mala cosecha para el país institucionalmente deteriorado que ven, ni poca valoración de parte del gobierno al que le prodigan más peros que otra cosa.
En fin.
Al pie del arbolito de Navidad solía haber regalos. Los hay, en la mayoría, junto al pesebre. En otros, lo que hay son extorsiones envueltas de justos y airados reclamos.
En Lucas (3:14), un grupo de soldados le pregunta a Jesús “y nosotros, ¿qué haremos?” Reciben una sola respuesta: “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentáos con vuestro salario.” Ellos lo siguieron.
¿Se imaginan lo que le harían ahora?
Sí, lo volverían a crucificar.
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