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Oposición
Por marcelo cosin
En algo estamos casi todos de acuerdo, el 54 de Cristina y el 46 del conjunto amorfo de los votos anti K: no hay oposición.
Desde la política, esto es un problema grave.
Sin oposición no hay incentivo, no hay desafío, no hay superación.
Cuando una empresa monopólica revisa su condición superlativa, muchas veces decide crear marcas competitivas. La condición cultural del mundo actual requiere de competencia. Sobre todo en un mundo unidireccional. EEUU vivía mejor con la existencia de la URSS, y no teniendo que disputarle a China el liderazgo capitalista.
En la Argentina, la inexistencia de un cuerpo de partidos políticos y, obviamente, de políticos capaces de ejercer una oposición inteligente y eficiente, no beneficia al gobierno como muchos creen suponer. Lo perjudica ostensiblemente.
Esta situación obliga a crear prototipos simulados de oposición,
Para muchos la oposición es el Grupo Clarín y su socio La Nación, más el minúsculo Grupo Perfil y el no menos influyente Grupo Prisa.
No es casualidad que Lanata sea el personaje más influyente en la política argentina junto a la presidenta de la nación. Lanata no sólo tiene la condición histriónica de su personalidad sino que puede (y lo hace) hacerse notar en la televisión, la radio y la gráfica.
La muerte o la ausencia notoria del bipartidismo es la nota destacada.
En América los partidos tradicionales dejaron de existir. Ya no hay adecos y copeyanos en Venezuela, ni colorados y liberales en Colombia, ni demócratas cristianos y socialistas en Chile y como si fuera poco, la tercera fuerza del frente demolió a Blancos y Colorados en Uruguay.
Salvo acá. Se llame como se llame, el peronismo gobierna la Argentina salvo las dictaduras cívico-militares y breves períodos radicales.
Los militares fueron el partido político más importante después del peronismo.
Pero fueron los radicales, o mejor dicho, el alfonsinismo, quienes restauraron la democracia en la Argentina.
Pero fue el menemismo, o Carlos Menem el que destituyó al partido militar. Lo hizo el día que ordenó reprimir el levantamiento del Coronel Seneidín. Claro que también mostró la hilacha cuando liberó de penas y absolvió a los represores y genocidas.
Entre 1946 y 1955 Perón ejerció dos mandatos presidenciales con la oposición de radicales, conservadores y socialistas. Pero también, y sobre todo al comienzo, se hizo de radicales y conservadores que se pasaron a sus filas, como su primer vicepresidente, Quijano.
La Revolución Libertadora tenía como oposición al peronismo, declarado ilegal, inexistente, de tal manera inexistente que por decreto estaba prohibida la palabra Perón.
La Junta Consultiva de la revolución libertadora, conformada por todo el arco político “democrático” entre comillas, confirmaba un gobierno militar, conservador, represor y promotor del colonialismo. Estaban todos.
Sin peronismo, pero con inteligencia y estrategia, Arturo Frondizi, escindido del tronco radical tradicional, fue el primer radical que rompió el prejuicio de “juntarse” con los peronistas y ganó ampliamente. Fue el pacto que según muchos construyó Rogelio Frigerio, padre del desarrollismo económico, ex militante del Partido Comunista Argentino.
El partido militar, opositor al peronismo y al frondicismo, derrocó a Arturo Frondizi.
El partido militar gobernó desde 1955 hasta 1973, salvo breves períodos radicales.
¿Cuál era el partido opositor? Siempre fue el peronismo, aunque no se pudiera llamar peronismo, sino Justicialista, Partido Blanco, o Frejuli.
Casi siempre los gobiernos militares tuvieron apoyo radical, breve, poco o algo. Pero lo tuvieron.
Cámpora, Perón-Perón e Isabelita, entre 1973 y 1976 fueron una vez más el mejor caldo de cultivo para la instauración de la dictadura cívico militar con la filosofía de la Seguridad Nacional y la política económica neoliberal impulsada por Martínez de Hoz, Alemán y continuada años después por Domingo Cavallo.
¿Quiénes eran los opositores a la dictadura? El peronismo en distintas de sus fracciones y un grupo de jóvenes radicales, orientados por lo que fue la Junta Coordinadora Nacional. La resistencia peronista, una vez más, puso en juego la vida de sus militantes, lo mismo que los distintos grupos de izquierda militantes activos, armados o civiles.
Alfonsín gobernó casi seis años poniendo el pecho a una oposición casi tan obtusa y descarnada como la que enfrenta Cristina Fernández. Los 13 paros de Ubaldini y la destreza del peronismo dispuesto a recuperar el poder, fueron la oposición. El peronismo fue la oposición. Y Menem fue el peronista con menor oposición. Gobernó 10 años. Entregó, regaló y despilfarró, los bienes de la nación. Y su ¿opositor?, Raúl Alfonsín firmó con él el Pacto de Olivos. ¿Para qué? Para darle continuidad a la gobernabilidad y aspirar a un cambio institucional y constitucional generando un gobierno parlamentario, en el cual Alfonsín aspiraba con un claro sentido integracionista, ser el Primer Ministro de Menem. Y queda evidenciado que el principal opositor del menemismo fue la traición y la entrega del propio menemismo que las elecciones las gana el peor de los radicales, acompañado por el mejor de los peronistas disidentes: De la Rua-Chacho Alvarez.
El peronismo opositor, encabezado por el vencido Duhalde en las elecciones, asume el interinato presidencial.
Ya no hay oposición. El radicalismo, gracias a De la Rúa no está sólo muerto. Está enterrado. Duhalde busca heredarse a sí mismo con Reutemann y después con De la Sota. Sólo le queda un recurso, perdido, que viene del sur: Néstor Kirchner.
Claudio Escribano, de La Nación, representante de la oposición a cualquier cosa, intenta hacerle firmar a Kirchner un pacto de gobernabilidad.
Ahí comienza el partido opositor a Kirchner. En La Nación. No, en Clarín.
En estos 10 años de kirchnerimso el poder opositor está en el Partido de los Medios Opositores que representan a las corporaciones y monopolios.
Y lo peor es que partidos aparentemente progresistas, como el Partido Socialista y algún sector del radicalismo, son férreos opositores al gobierno haciendo el caldo de cultivo para terminar con el período más productivo de los últimos 70 años.
Pero esta nota tiene una ilusión.
Se trata del intercambio de cartas entre Facundo Suárez Lastra y Leopoldo Moreau.
La carta de la alternativa opositora de Moreau es apenas un puntapié inicial para que el kirchnerismo tenga una verdadera oposición. Una oposición que ayude a construir y a repensar que falta por hacer.
Fui alfonsinista, soy kirchnerista. Creo que es posible una verdadera continuidad del modelo que ideó Néstor Kirchner, que consolidó Cristina y que aún hay que mejorar y proyectar.
Néstor repetía: todavía estamos en el infierno. Hace falta hacer mucho.
Cristina no lo repite, pero sabe que el modelo necesita trabajo y decisiones, como por ejemplo la reforma fiscal en serio y encontrar una solución al tema de la minería.
Sueño con una oposición que reconozca lo bien hecho y que con sentido patriótico ayude a construir lo que aún hace falta.
Son pocos y contados con los dedos de una mano los que pueden hacerlo.
Lástima de aquellos políticos que sólo aspiran a un cargo, una banca.
Una oposición que promueva inteligentemente una mejora al mejor modelo de los últimos 70 años.
Una oposición, en serio.
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