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La era de la boludez
Sí, me gustaría poner ese título para hablarles de uno de los mejores discos de Divididos. Pero lo que nos convoca es algo más bien triste. Estuve leyendo las noticias y no pude resistir al impulso de venir a escribir estas líneas. Porque ya me aburrí de preguntarme todo el tiempo, de qué carajo me están hablando. Y espero que comprendan; si el artículo está escrito en modo catarsis es porque este tipo de reflexiones necesitan ser frescas y naturales. Además de la fragilidad de mi memoria, que amenaza con eliminar parte del contenido, si no vuelco rápidamente todo lo que estoy pensando ahora.
Lo que detonó mi enojo fue leer —después de pasar semanas escuchando a todos los opositores (políticos y civiles) hablando de cómo el gobierno tiene la culpa del accidente ferroviario en Castelar— que el gremio La Fraternidad (ferroviarios) se rehúsa a la instalación de cámaras en las cabinas de conducción. Esto, después de que Clarín operara políticamente, diciendo que se difundía “un video que pretendía incriminar al maquinista“, refiriéndose al video del tren que protagonizó el accidente. Donde se ve claramente que el tren pasa varias señales de alerta antes de estrellarse. Y no se observan signos de ninguna maniobra de frenado. Por supuesto, en el video no se puede visualizar al maquinista, por lo que no podemos saber certeramente si estaba intentando detenerlo. O si estaba escribiendo un mensaje de texto con su celular. Me pregunto si mi enojo es injustificado. Mientras la justicia intenta descubrir la causa de una tragedia, el gremio se opone a la instalación del dispositivo que, de haber existido, nos estaría diciendo exactamente qué pasó. Y la incongruencia gremial no termina ahí, porque el“Pollo” Sobrero se encargó de imponer la versión de que ellos dejan salir trenes sin frenos por presiones patronales. Y en este momento hay trenes sin funcionar por la instalación de una cámara. Está claro que a estas personas les preocupa mucho más que se pueda ver lo que hacen dentro de la cabina, que la vida de los pasajeros.
Pero claro que no se trata sólo de eso —como si no fuese suficiente—, porque hubo un paso de comedia trágica que todavía no terminaba de borrarse de mi mente esta tarde. El empleado del grupo monopólico ilegal Clarín, Guillemo Lobo, proponía una idea idiota por Twitter, la cual cito textualmente:
Y este tweet era multiplicado —no por miles de personas, ya que la estupidez de Guillermo Lobo es notoria no sólo para quienes no compartimos sus ideas, sino incluso para quien coincide con él— pero sí por cientos. Y si bien muchos simplemente entienden que lo propuesto no es factible pero lo replican en nombre del odio que sienten, muchos de ellos desconocen las reglas de los CEDIN que hacen nula la posibilidad de lo expuesto. Y ese tweet lo había leído justo después de este otro, enviado por otro empleado de Magnetto, con muy pocas luces y menos conocido que el novio de Virginia Florencia
Este tweet refleja lo sumiso que son los empleados de Clarín, cuando se trata de sus jefes y del poder corporativo. Detrás de esta frase poco graciosa se encuentra una idea humillante que personas como Wiñazki tienen incorporada en lo más profundo de su servilidad: los jueces son dioses, en especial cuando emiten fallos que placen a su patrón. Confío en que algunos de ustedes también se preguntarán de qué carajo nos habla esta gente. Cómo es posible que se sigan presentando como periodistas, cuando no hacen otra cosa que operar políticamente en la dirección que apunta el dedo de la corporación. Y no es necesario que tomen mi palabra al respecto, pueden ir a leer las barbaridades que estos dos personajes escriben en Twitter, para confirmar lo dicho. Mas no importa cuánto nos indignemos; esta idea de que Lorenzetti por ser presidente de la Corte Suprema puede cometer delitos y nadie tiene derecho a investigarlo, es tomada sin cuestionamientos por una audiencia constantemente bombardeada con información basura y mentiras. Y ese ataque surte efecto, justamente por ese motivo la idea es vendida por más incongruente que pueda resultarnos.
La imbecilidad no se puede construir si no es sobre cimientos fuertes. Lo anteriormente expuesto sólo es viable porque se apoya sobra una infinidad de mentiras anteriores. Miles de conceptos erróneamente planteados —pero con la intención de que así sea—, por medios de comunicación que ven sus intereses acorralados. El monopolio de licencias de medios de Clarín y los ciento sesenta millones de pesos que debe el diario La Nación a la AFIP, son sólo dos ejemplos de muchos. El domingo pasado en el programa (mayormente) humorístico de Jorge Lanata, se presentó como tema central que el gobierno nacional contrata artistas para actos públicos de acceso gratuito, y paga los honorarios. Sí, eso es todo lo concreto del programa. Músicos contratados para presentarse en espectáculos, que hicieron el trabajo solicitado y cobraron. Si eso puede ingresar en la psiquis de la audiencia de Canal 13 como un escándalo, el resto no puede sorprendernos. Y mejor no adentrarnos en el vasto mundo de las desmentidas de Lanata, porque esto se tornaría largo y aburrido.
El papelón constante de los periodistas de Clarín y La Nación tiene una explicación: no se puede operar políticamente el cien por ciento del tiempo, y pretender que eso se vea como periodismo. Dilapidan sus carreras por seguir cobrando un sueldo. Seguramente apostando a la “vieja y conocida” mala memoria de nuestra sociedad. Y a que una minoría el menos los recordará como héroes. Los paladines de la democracia, que quieren destituir a Cristina Fernández de Kirchner, y que en el pasado apoyaron golpes militares. Los guardianes de la ética que publicaron las fotos del cadáver de una nena de dieciséis años en la tapa de su diario amarillista. Son deplorables. Pero son el referente político una buena parte de la población. Y eso explica que la oposición al kirchnerismo sea un rejunte mamarrachesco e impresentable.
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