Un transeúnte se sintió mal en la calle, cayó al suelo y fue llevado a emergencias de un hospital particular, perteneciente a la Universidad Católica, administrado totalmente por monjas.
Allí comprobaron que tendría que ser urgentemente operado del corazón, cosa que se realizó con éxito total.
Cuando despertó, a su lado estaba la monja responsable por la tesorería del hospital, quien le dijo lo siguiente: - Estimado señor, su cirugía fue realizada con éxito y está usted a salvo. Sin embargo, hay un asunto que necesita su urgente atención:
¿Cómo piensa usted pagar la cuenta de hospital?
Y el importante diálogo tuvo inicio...
- ¿Tiene usted seguro-médico? - No, Hermana. - ¿Tiene tarjeta de crédito? - No, Hermana. - ¿Puede usted pagar en efectivo? - No tengo dinero, Hermana. La monja empezó a sudar frío, pero prosiguió: - ¿Y con cheque, entonces, puede usted pagar? - Tampoco, Hermana.
Entonces la monja, ya desesperada...
- Bueno, ¿usted tiene algún pariente que pueda hacerse cargo de la cuenta? - Ah... Hermana, sólo tengo una hermana solterona, que es monja, pero no sé si ella pueda pagar. La monja, corrigiéndolo, dijo: - ¡Disculpe señor, pero las monjas no somos solteronas!
¡Estamos casadas con Dios!
- ¡Ah! ¡Magnífico! ¡Entonces, por favor, mándele la cuenta a mi cuñado!
Así fue cómo nació la expresión...
"QUE DIOS SE LO PAGUE".
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martes, 30 de diciembre de 2014
¿PARA QUÉ SIRVEN LOS CUÑADOS? ... (cuento) enviado por e-mail
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