Vivir en la indigencia en el país más rico del mundo a las calles. Muchos, sin esperanza, se resignan a la indigencia, en un estado crónico.
No contar con una vivienda fija y tener que subsistir viviendo en albergues, en vehículos, en alojamientos precarios o, incluso, a la intemperie, es la suerte de cientos de miles de personas en Estados Unidos, números que en muchos lugares –como Nueva York– han alcanzado niveles récord.
Un indigente duerme en una noche fría en las calles de Nueva York. (AP)
De acuerdo a un reporte que el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) envió al Congreso, en enero del 2014, en las calles estadounidenses vivían 587,424 personas en condición de indigentes, y casi un cuarto de ellos eran menores de 18 años. Alrededor de 49,933 veteranos se contaban como 'homeless' en esa fecha y cerca de 100,000 personas sufrían esa experiencia de forma crónica, es decir que no han conseguido en el tiempo salir de ella y/o han recaído tras un período de recuperación.
Y aunque a escala nacional la cantidad de personas sin hogar ha descendido (72,718 personas menos entre 2007 y 2014), en ciertas zonas del país el problema está al alza. Tan solo en Nueva York, en enero del 2014, había 53,615 indigentes, y en noviembre pasado la cifra subió a 60,352, un amargo récord, de acuerdo a cifras de la organización Coalition for the Homeless. En 14 estados del país el número de personas sin hogar creció entre el 2013 y el 2014, y desde el 2007 el problema se ha agudizado en 19 estados, especialmente en Nueva York, Massachusetts y el Distrito Columbia, según cifras del HUD. California, Nueva York y Florida son los tres estados con más indigentes en el país.
Las áreas metropolitanas individuales con más desamparados son Nueva York, con más de 60,000, Los Ángeles con 34,393, Las Vegas con 9,417, Seattle con 8,949, San Diego con 8,506, Washington DC con 7,748, San José con 7,567, Denver con 6,621, San Francisco con 6,408 y Chicago con 6,287, según datos de HUD.
El conteo oficial de ‘homeless’ se realiza cada año en enero y sirve para determinar la cantidad de fondos federales de asistencia que las ciudades y otras entidades reciben para atender a su población de personas sin hogar. Pero estas cifras, de por sí dramáticas, no están libres de controversia.
Volntarios buscan y cuentan a indigentes en Michigan, (AP)
Organizaciones que defienden a los indigentes critican que los conteos se realicen en enero, cuando por el frío muchas personas se concentran en lugares donde puedan encontrar refugio, aunque no sea realmente su hogar, como señala un artículo en el periódico ‘San Francisco Chronicle’. En 2014 se contaron de ese modo a 6,408 indigentes en San Francisco. Pero, quizá, si se contara en otro mes más cálido, se identificaría a más personas que subsisten al aire libre, por el solo hecho que es más factible resistir los rigores de la intemperie. Y también se critica que el conteo no se realiza en muchos lugares donde hay poblaciones de personas sin hogar, por lo que no sería exhaustivo.
Además, como se señala en ese mismo artículo, el propio Departamento de Educación ha documentado que existen actualmente 1.2 millones de estudiantes sin hogar en el país (un incremento del 85% desde el inicio de la recesión). Esa cifra más que duplica la cantidad de indigentes aceptada por el HUD, y ciertamente muchos de esos jóvenes y niños no entran en la definición formal de indigentes. Pero, sin duda, en algún momento experimentan el problema de vivir en condiciones desfavorables, como por ejemplo en moteles o en casas que los reciben de modo temporal, y son un factor de grave deterioro social pues esa condición incrementa sus riesgos de caer en deserción escolar, pandillas y adicciones.
NIVELES DE DESAMPARO
El concepto de indigente, sin hogar o ‘homeless’ implica varias categorías, de acuerdo a las autoridades, que van desde las personas que están literalmente en la calle a las que viven en albergues o incluso en viviendas provisionales. De ellas, ciertamente, las que se encuentran en situación más grave son los que viven sin refugio específico, incluso a la intemperie. California tiene el más alto porcentaje de esa población en extrema fragilidad, con 71,437 personas, el 62.7% de toda su población de desamparados, según datos del HUD. Florida también tiene un índice alto en este sentido, con 21,691 personas en esa condición, el 52.2% del total de sus indigentes. Condiciones de clima moderado, pero también la insuficiencia de los albergues y otras opciones de vivienda, inciden en estas cifras.
Además, hay familias enteras que viven en la indigencia, algunas en situación crónica. 67,613 familias desamparadas fueron contadas en 2014, para un total de 216,261 personas. De ellas, el 60% son menores de 18 años, si bien el 90% de ellas viven en albergues. Y 194,302 personas eran menores indigentes que están en esa condición sin la compañía de un adulto.
Un veterano del ejército que combatió en Vietnam vive en la calle en Los Ángeles. (Reuters)
LAS RAZONES Y LAS SOLUCIONES
Prevenir y eliminar el desamparo no es solo una causa de índole humanitaria o caritativa, es tambiénun imperativo moral, social, económico y de justicia de primera magnitud. Una nación como Estados Unidos, dos de cuyas premisas fundacionales son la igualdad de oportunidades y la justicia para todos, no puede permitirse tener cientos de miles de personas en el desamparo.
La organización National Coalition for the Homeless señala que las principales razones de que existan tal cantidad de personas en la indigencia son varias, pero las principales son la falta de vivienda asequible y el alcance limitado de los programas de ayuda de vivienda, a lo que hay que añadir el auge de los embargos hipotecarios. La pobreza y la falta de empleo son otros factores cruciales: la insuficiencia o carencia de ingresos lleva a miles a no poder pagar su vivienda, sus alimentos, sus cuidados médicos, su educación y esa carencias repetidas crean círculos viciosos que, como tornados, succionan a las personas y las arrojan a la calle, de donde a veces es muy complicado salir. Por añadidura, se ha registrado una reducción relativa de los programas de asistencia, e incluso (como en el caso del programa de ‘estampillas de comida’) en algunos casos se les han retirado fondos de modo significativo. Esa coalición señala también que la falta de seguro médico ha llevado a muchos a perder su patrimonio ante los elevados costos de los cuidados de salud y, en el caso de los veteranos, la falta de atención oportuna los ha dejado abandonados en la calle, cargando las lacras de discapacidades o de problemas de salud mental. Las adicciones son, también, causa y consecuencia de la indigencia.
Por otro lado, que grandes concentraciones de personas sin hogar se ubiquen en las grandes urbes de California y en Nueva York responde, además, al alto costo de la vida en ambas zonas pero, también, a que la estructura urbana de esas áreas hace más propicio, por decirlo de algún modo, la presencia de los indigentes, a diferencia de lo que puede suceder en ciudades más pequeñas, con menos densidad urbana.
En el 2010, el presidente Barack Obama estableció una iniciativa a gran escala, bautizada ‘Opening Doors’ (Puertas que se abren), especialmente orientada a atender y prevenir la indigencia en el país. Su objetivo fue eliminar la indigencia crónica y la de los veteranos en el 2015 (un plazo de 5 años) y avanzar hacia la prevención y eliminación de otras modalidades de indigencia.
El mapa de la indigencia en EEUU: la cantidad de personas desamparadas por estado en 2014. (HUD)
La indigencia crónica se entiende como la condición de una persona que ha estado sin vivienda durante al menos un año seguido, o que ha tenido cuatro o más episodios en el desamparo en un lapso de tres años.
El plan implica canalizar recursos económicos e institucionales para incrementar la disponibilidad de vivienda asequible, crear oportunidades de empleo y de acceso a la salud y potenciar a las organizaciones e instituciones encargadas de la atención a los desamparados. Para ello se han aportado considerables fondos federales, que se asignan tanto de manera directa como mediante una forma ‘competitiva’ a ciudades y otras entidades. Además, la Ley de Cuidado de Salud (Obamacare) tiene provisiones que permiten ampliar la cobertura de salud a la población indigente, incluso si esta no tiene ingresos. La idea de ‘Opening Door’ no es ser meramente una iniciativa asistencial o paliativa, aunque muchos de sus programas lo son, sino también crear condiciones para que los indigentes consigan superar su condición y se reintegren a la actividad económica y, eventualmente, logren ser autosuficientes y rompan el esquema de marginación.
Con todo, los plazos han ido cambiando y las propias autoridades federales reconocen que la fecha para erradicar la indigencia crónica tendrá que esperar hasta el 2017, aunque la de los veteranos podrá ser, tentativamente, eliminada en el 2015. Las demoras se deben, principalmente, a recortes o limitaciones presupuestales, aunque autoridades afirman que se mantendrá el esfuerzo para cumplir esos objetivos, si bien algunos ya matizan que el resultado no será el “cero absoluto” en cantidad de indigentes crónicos o veteranos desamparados.
Aunque existen multitud de programas y esquemas de financiamiento para lograr esos objetivos, uno de los más relevantes son los fondos de Soluciones de Emergencia, Desarrollo Comunitario y Alianzas de Inversión, además de un programa especial para desamparados con VIH/sida. En total, en 2014 esos programas recibieron poco más de $4,600 millones de dólares.
El estado de Nueva York, por ejemplo, recibió en ese año casi $24 millones para Soluciones de Emergencia, $289 millones para Desarrollo Comunitario y $100 millones para Alianzas de Inversión. En total, según cifras del HUD, en 2014 Nueva York recibió por todos los conceptos anteriores $470.6 millones de dólares, California $561 millones, Florida $223.5 millones e Illinois $218 millones.
PARTICIPACIÓN LOCAL Y CÍVICA
Pero no todo puede provenir del gobierno. La participación de la comunidad y de organizaciones cívicas ha sido clave en la atención del problema de la indigencia, tanto por su actividad de campo y capacidad de atención y financiamiento en múltiples áreas como por su papel crítico, incluso en contra de las posiciones federales cuando resulta pertinente, para la concientización general y la mejora de políticas.
Por ejemplo, la National Coalition for the Homeless ha documentado los graves casos de crímenes de odio y la discriminación que sufren muchos desamparados, y la criminalización que se ha hecho de organizaciones y personas que los asisten, como por ejemplo las prohibiciones que en diversas ciudades se han establecido a las actividades de alimentación directa en la calle en ciertas áreas críticas. Tan solo desde enero de 2013, según uno de esos reportes, 21 ciudades establecieron legislación para restringir la actividad de personas que proveen alimentos a los desamparados en las calles.
Organizaciones como la National Coalition for the Homeless, los numerosos Bancos de Comida a todo lo ancho del país, Caridades Católicas y entidades similares de otras iglesias y denominaciones y multitud grupos cívicos aportan trabajo y recursos para captar donaciones, entregar ayudas, concientizar a la población y presionar por mejoras legales y en las políticas públicas.
Además, a escala local las ciudades y estados también cuentan con programas de asistencia de diversos alcances. Por ejemplo, el alcalde de Nueva York Bill de Blasio anunció que en esa ciudad se redoblarán los esfuerzos para que este mismo año se acabe con la indigencia entre los veteranos. Entre las iniciativas para lograrlo se trabaja para que unos 1,000 veteranos que actualmente viven en albergues, de acuerdo al periódico ‘Daily News’, sean transferidos a viviendas permanentes.
El problema de los 'homeless' es complejo y de gran dimensión. Mientras una nación rica y con enormes posibilidades como Estados Unidos siga teniendo cientos de miles de personas en la indigencia, la sociedad en su conjunto estará, en buena medida, con una parte de su futuro en el desamparo.
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