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martes, 14 de junio de 2011

Escenarios - Recetas probadas - No por “viejo” sabe - América Latina encarna la salida “hacia delante” del modelo neoliberal mientras países de Europa soportan estallidos y pretenden superarlos de manera regresiva.

Por Daniel Gonzalez Almandoz | Desde Mendoza, Argentina
11|06|2011
Durante el apogeo del neoliberalismo como modelo dominante en el Occidente eurocéntrico de fines del Siglo XX, fue común escuchar ciertas afirmaciones que, en términos generales, señalaban que América Latina estaba llamada a ser la región con mejores condiciones para el desarrollo y crecimiento en el escenario mundial del siglo XXI.

Por supuesto que las características de ese desarrollo estaban contenidas en los parámetros y consideraciones específicas del neoliberalismoconcentración económica sin redistribución de la riqueza; aplicación de políticas e inversiones sostenidas sobre prácticas extractivas de recursos naturales, energéticos y materias primas; y ausencia, en lo posible absoluta, de políticas sociales inclusivas.

La llegada del nuevo milenio parece confirmar la tesis inicial, respecto de la potencialidad de la región, aunque con una crucial diferencia: tanto su presente como su horizonte de crecimiento se ancla en la ruptura con el modo hegemónico mundial. Y esto no ha sido una cuestión casual ni fruto del azar: es la combinatoria de la explosión de las contradicciones existentes en ese estadio capitalista con el accionar, si se quiere por obra y gracia, de Estados que aplicaron en sus programas medidas no contenidas en la ortodoxia político-económica liberal.

Esta decisión, de carácter soberano y que apuesta a fortalecer el derecho a la autodeterminación, permitió en esta primera década del siglo XXI niveles de crecimiento en la región que, aún sin ser todo lo equitativos y redistributivos que se quisieran, provocaron un quiebre en la lógica del sistema social imperante diez años atrás. Así, por ejemplo, se dio la incorporación de importantes masas de desocupados al empleo, la puesta en marcha y posterior ampliación de coberturas y prestaciones sociales -situación que articula la dimensión reivindicativa de lo material con lo simbólico representado en el reconocimiento de derechos-, y se logró que la tan mentada crisis económica internacional transitara por estas tierras más como un efecto publicitario que como flagelo efectivo a ser sufrido por las mayorías de los latinoamericanos.

De acuerdo a datos suministrados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), difundidos por el periódico “La Razón” de Puerto Rico, en 2010 América Latina registró un crecimiento económico del 6 por ciento.

El mismo medio señaló que “el repunte económico, el cual se debe a las medidas contracíclicas adaptadas por varios países tras la crisis financiera internacional, también tuvo su efecto al disminuir la tasa de desempleo a 7.8 por ciento” y que “este despunte también tuvo su efecto sobre los niveles de pobreza. Gracias a la recuperación, el número de personas pobres disminuirá”.

Estos datos dan la pauta que la posibilidad de una transformación que implique la incorporación de sectores postergados a gozar de condiciones mínimamente dignas están mucho más relacionado a decisiones políticas estatales concretas que al “libre y democrático ejercicio autoregulador del mercado”.

Haber entendido esta situación, tras soportar crisis previas que se tomaban como terminales, y actuar en consecuencia es lo que hoy le da a América Latina una ventaja comparativa frente a la vieja Europa que recurre a las comprobadamente fracasadas recetas de ajuste para enfrentar sus problemas actuales.

En la edición del 17 de abril de 2011, la redacción de la Agencia Periodística del Mercosur, antecesora directa de APAS, señaló ya que el camino elegido por el primer ministro griego, Giorgos Papandreu, para intentar solucionar los problemas económicos del país era el de la aplicación de reformas estructurales profundas, en lugar de la reestructuración de su elevada deuda.

En esa nota se precisaba a su vez que “el nuevo paquete de austeridad prevé recortes adicionales entre 2012 y 2015 de 23.000 millones de euros (33.000 millones de dólares), a fin de cumplir con los objetivos de reducción de déficit y de restablecer la confianza de los inversores en su solvencia” y también que “entre las medidas figura el recorte de los salarios de las categorías más elevadas de funcionarios del sector público, y la venta de bienes del Estado para sumar unos 50.000 millones de euros para recomprar parte de sus propios bonos soberanos”.

Esa situación tuvo el efecto esperado. La agencia de noticias argentina Telam informó el 9 de junio el comienzo de una huelga de los trabajadores de las empresas públicas griegas en respuestas al duro plan de ajuste. En este plan de lucha, “los sindicatos protestan contra los planes de privatización de las empresas estatales. El nuevo programa de ahorro del gobierno prevé que antes de 2015 las arcas del estado consigan 50.000 millones de euros en la venta de inmuebles del Estado y en la privatización de empresas. Para el 15 de junio ha sido convocada una huelga de mayor alcance”.

Para terminar de ver lo clásico de las medidas aplicadas, y poder aproximarnos a sus altísimas posibilidades de fracaso, el suplemento “Dinero”, del portal digital argentino MDZ on Line, refleja que entre “las innovaciones” para salir de la crisis, “el Gobierno heleno vendió el 10 por ciento de la participación que posee en la empresa de telecomunicaciones del país a Deutsche Telekom por 400 millones de euros. La empresa alemana ya cuenta con el 40 por ciento del antiguo monopolio de telecomunicaciones griego. A través de esta empresa, los alemanes entraron en Rumania, Bulgaria y Albania. La privatización de activos estatales era condición para recibir ayuda”.

dgonzalez@fcp.uncu.edu.ar

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